Página 137 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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La rehabilitación del hombre
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La Biblia habla de hombres que “diciéndose ser sabios, se hicie-
ron fatuos”
y éste es el caso del joven de la parábola. Despilfarra
con rameras la riqueza que egoístamente reclamó de su padre. Mal-
gasta el tesoro de su virilidad. Los preciosos años de vida, la fuerza
del intelecto, las brillantes visiones de la juventud, las aspiraciones
espirituales, todos son consumidos en el altar de la concupiscencia.
Sobreviene una gran hambre; él comienza a sentir necesidad y
se llega a uno de los ciudadanos de aquel país, quien lo envía al
campo a apacentar cerdos. Para un judío ésta era la más mezquina
y degradante de las ocupaciones. El joven que se había jactado
de su libertad, ahora se encuentra esclavo. Está sometido al peor
de los yugos: “Detenido. .. con las cuerdas de su pecado”
El
esplendor y el brillo que lo ofuscaron han desaparecido, y siente el
peso de su cadena. Sentado en el suelo de aquella tierra desolada y
azotada por el hambre, sin otra compañía que los cerdos, se resigna
a saciarse con los desperdicios con que se alimentan las bestias.
No conserva la amistad de ninguno de los alegres compañeros que
lo rodeaban en sus días de prosperidad y comían y bebían a costa
suya. ¿Dónde está ahora su gozo desenfrenado? Tranquilizando
su conciencia, amodorrando su sensibilidad, se creyó feliz; pero
ahora, sin dinero, sufriendo de hambre, con su orgullo humillado,
con su naturaleza moral empequeñecida, con su voluntad debilitada
e indigna de confianza, con sus mejores sentimientos aparentemente
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muertos, es el más desventurado de los mortales.
¡Qué cuadro se presenta aquí de la condición del pecador! Aun-
que rodeado de las bendiciones del amor divino, no hay nada que
el pecador, empeñado en la complacencia propia y los placeres pe-
caminosos, desee tanto como la separación de Dios. A semejanza
del hijo desagradecido, pretende que las cosas buenas de Dios le
pertenecen por derecho. Las recibe como una cosa natural, sin ex-
presar agradecimiento ni prestar ningún servicio de amor. Así como
Caín salió de la presencia del Señor para buscarse hogar; así como el
pródigo vagó por “una provincia apartada”, así los pecadores buscan
la felicidad en el olvido de Dios
Cualquiera sea su apariencia, toda vida cuyo centro es el yo, se
malgasta. Quienquiera que intente vivir lejos de Dios, está malgas-
tando su sustancia, desperdiciando los años mejores, las facultades
de la mente, el corazón y el alma, y labrando su propia bancarrota