Página 139 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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La rehabilitación del hombre
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su concepto del amor de su padre: “Hazme como a uno de tus
jornaleros”.
El joven se aparta de la piara y los desperdicios, y se dirige
hacia su hogar. Temblando de debilidad, y desmayando de hambre,
prosigue ansiosamente su camino. No tiene con qué ocultar sus
harapos; pero su miseria ha vencido a su orgullo, y se apresura para
pedir el lugar de un siervo donde una vez fuera hijo.
Poco se imaginaba el alegre e irreflexivo joven, cuando salía de
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la casa de su padre, el dolor y la ansiedad que dejaba en el corazón
de ese padre. Mientras bailaba y banqueteaba con sus turbulentos
compañeros, poco pensaba en la sombra que se había extendido
sobre su casa. Y cuando con pasos cansados y penosos toma el ca-
mino que lleva a su casa, no sabe que hay uno que espera su regreso.
Sin embargo, “como aún estuviese lejos”, su padre lo distinguió.
El amor percibe rápidamente. Ni aun la degradación de los años
de pecado puede ocultar al hijo de los ojos de su padre. El “fue
movido a misericordia, y corrió, y echóse sobre su cuello”, en un
largo, estrecho y tierno abrazo.
El padre no había de permitir que ningún ojo despreciativo se
burlara de la miseria y los harapos de su hijo. Saca de sus propios
hombros el amplio y rico manto y cubre la forma exangüe de su hijo,
y el joven solloza arrepentido, diciendo: “Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo”. El padre
lo retiene junto a sí, y lo lleva a la casa. No se le da oportunidad de
pedir el lugar de un siervo. El es un hijo, que será honrado con lo
mejor de que dispone la casa, y a quien los siervos y siervas habrán
de respetar y servir.
El padre dice a sus siervos: “Sacad el principal vestido, y vestidle;
y poned un anillo en su mano, y zapatos en sus pies. Y traed el
becerro grueso, y matadlo, y comamos, y hagamos fiesta: porque
éste mi hijo muerto era, y ha revivido; habíase perdido, y es hallado.
Y comenzaron a regocijarse”.
En su juventud inquieta el hijo pródigo juzgaba a su padre austero
y severo. ¡Cuán diferente su concepto de él ahora! Del mismo modo,
los que siguen a Satanás creen que Dios es duro y exigente. Creen
que los observa para denunciarlos y condenarlos, y que no está
dispuesto a recibir al pecador mientras tenga alguna excusa legal para
no ayudarle. Consideran su ley como una restricción a la felicidad de