Aliento en las dificultades
143
Los discípulos de Cristo no se aventuraron a expresar sus ideas
hasta que hubieron oído la opinión de su Maestro. El les había dado
lecciones definidas con respecto a juzgar los caracteres de otros
hombres, y medir la retribución de acuerdo con su juicio finito. Sin
embargo, esperaban que Cristo denunciase a esos hombres como más
pecadores que los demás. Grande fue su sorpresa al oír la respuesta
del Señor.
Volviéndose a la multitud, el Salvador dijo: “¿Pensáis que estos
galileos, porque han padecido tales cosas, hayan sido más pecadores
que todos los galileos? No, os digo; antes si no os arrepintiereis,
todos pereceréis igualmente”. Estas espantosas calamidades tenían
por objeto inducirlos a humillar sus corazones, y a arrepentirse de
sus pecados. La tormenta de la venganza se preparaba, y estaba
a punto de estallar sobre todos los que no habían encontrado un
refugio en Cristo.
Mientras Jesús hablaba con sus discípulos y con la multitud, miró
hacia lo futuro con mirada profética, y vio a Jerusalén cercada de
ejércitos. Oyó la marcha de los extranjeros que avanzaban contra la
ciudad escogida, y vio los millares y más millares que perecían en el
sitio. Muchos de los judíos fueron, a semejanza de aquellos galileos,
muertos en los atrios del templo en el mismo acto de ofrecer sus
sacrificios. Las calamidades que habían caído sobre los individuos
eran amonestaciones de Dios dirigidas a una nación igualmente
culpable. “Si no os arrepintiereis—dijo Jesús—, todos pereceréis
igualmente”. Por un corto tiempo, el día de gracia se prolongaba
[169]
para ellos. Todavía era tiempo de conocer las cosas que atañían a su
paz.
“Tenía uno una higuera plantada en su viña—continuó Jesús—,
y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. Y dijo al viñero: He aquí
tres años ha que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo:
córtala, ¿por qué ocupará aún la tierra?”
Los oyentes de Cristo no podían interpretar mal la aplicación
de sus palabras. David había cantado acerca de Israel como la viña
sacada de Egipto. Isaías había escrito: “La viña de Jehová de los
ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta suya
deleitosa”
La generación a la cual el Salvador había venido, estaba
representada por la higuera plantada en la viña del Señor, que se
hallaba dentro del círculo de su cuidado y bendición especiales.