Página 155 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

Basic HTML Version

Una generosa invitación
151
impiden aceptarla. Debo acompañar a mi esposo, y por lo tanto no
puedo asistir”. El corazón de los hijos queda impresionado. Desean
ir a la fiesta. Pero aman a su padre y a su madre, y porque éstos no
escuchan el llamamiento evangélico, los hijos piensan que no puede
[178]
esperarse que ellos vayan. Ellos también dicen: “Ruégote que me
des por excusado”.
Todos éstos rechazan el llamado del Salvador porque temen la
división en el círculo de la familia. Suponen que al rehusar obedecer
a Dios aseguran la paz y la prosperidad del hogar; pero esto es
un engaño. Aquellos que siembran egoísmo segarán egoísmo. Al
rechazar el amor de Cristo rechazan lo único que puede impartir
pureza y firmeza al amor humano. No solamente perderán el cielo,
sino que dejarán de disfrutar verdaderamente de aquello por lo cual
sacrificaron el cielo.
En la parábola, el que daba la fiesta notó cómo había sido tratada
su invitación, y “enojado... dijo a su siervo: Ve presto por las plazas
y por las calles de la ciudad, y mete acá los pobres, los mancos, y
cojos, y ciegos”.
El hospedero se apartó de aquellos que habían despreciado su
generosidad, e invitó a una clase que no era perfecta, que no poseía
casas o terrenos. Invitó a los que eran pobres y hambrientos, y que
apreciarían las bondades provistas. “Los publicanos y las rameras—
dijo Cristo—os van delante al reino de Dios”
Por viles que sean
los especímenes humanos que los hombres desprecian y apartan de
sí, no son demasiado degradados, demasiado miserables para ser
objeto de la atención y el amor de Dios. Cristo anhela que los seres
humanos trabajados, cansados y oprimidos vengan a él. Ansía darles
la luz, el gozo y la paz que no pueden encontrarse en ninguna otra
parte. Los mayores pecadores son el objeto de su amor y piedad
profundos y fervorosos. El envía su Espíritu Santo para obrar en
ellos instándolos con ternura y tratando de guiarlos al Salvador.
El siervo que hizo entrar a los pobres y los ciegos informó a su
señor: “Hecho es como mandaste, y aun hay lugar. Y dijo el Señor
al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar,
[179]
para que se llene mi casa”. Aquí Cristo señala la obra del Evangelio
fuera del círculo del judaísmo, en los caminos y vallados del mundo.
En obediencia a este mandamiento, Pablo y Bernabé declararon
a los judíos: “A vosotros a la verdad era menester que se os hablase