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              Palabras de Vida del Gran Maestro
            
            
              el púlpito, la obra sólo ha comenzado. Hay multitudes que nunca
            
            
              recibirán el Evangelio a menos que éste les sea llevado.
            
            
              La invitación a la fiesta fue primeramente dada a la nación
            
            
              judía, el pueblo que había sido llamado para que sus miembros
            
            
              actuaran como maestros y directores entre los hombres, el pueblo
            
            
              en cuyas manos se hallaban los rollos proféticos que anunciaban
            
            
              el advenimiento de Cristo, y al cual había sido encomendado el
            
            
              servicio simbólico que representaba su misión. Si los sacerdotes y el
            
            
              pueblo hubieran escuchado el llamamiento, se habrían unido con los
            
            
              mensajeros de Cristo para dar la invitación evangélica al mundo. Se
            
            
              les envió la verdad a fin de que la impartieran. Cuando rechazaron
            
            
              el llamamiento, éste fue enviado a los pobres, los mancos, los cojos
            
            
              y los ciegos. Los publicanos y los pecadores recibieron la invitación.
            
            
              [182]
            
            
              En la proclamación del Evangelio a los gentiles, existe el mismo
            
            
              plan de trabajo. El mensaje se da primero en “los caminos” [caminos
            
            
              reales], a los hombres que tienen una parte activa en la obra del
            
            
              mundo, a los maestros y dirigentes del pueblo.
            
            
              Recuerden esto los mensajeros del Señor. Los pastores del re-
            
            
              baño, los maestros colocados por Dios, deben tener muy en cuenta
            
            
              esta amonestación. Aquellos que pertenecen a las altas esferas de
            
            
              la sociedad han de ser buscados con tierno afecto y consideración
            
            
              fraternal. Los hombres de negocios, los que se hallan en elevados
            
            
              puestos de confianza, los que poseen grandes facultades inventivas
            
            
              y discernimiento científico, los hombres de genio, los maestros del
            
            
              Evangelio cuya atención no ha sido llamada a las verdades espe-
            
            
              ciales para este tiempo: éstos deben ser los primeros en escuchar el
            
            
              llamamiento. A ellos se les debe dar la invitación.
            
            
              Hay una obra que hacer en favor de los ricos. Ellos necesitan ser
            
            
              despertados a su responsabilidad como personas a quienes se han
            
            
              encomendado los dones del cielo. Necesitan que se les recuerde que
            
            
              han de dar cuenta ante Aquel que juzgará a los vivos y los muertos.
            
            
              El hombre rico ha menester que se trabaje por él con el amor y
            
            
              el temor de Dios. Demasiado a menudo confía en sus riquezas y
            
            
              no siente su peligro. Los ojos de su mente necesitan ser atraídos a
            
            
              las cosas de valor perdurable. Debe reconocer la Autoridad llena
            
            
              de verdadera bondad, que dice: “Venid a mí todos los que estáis
            
            
              trabajados y cargados, que yo os haré descansar. Llevad mi yugo
            
            
              sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de