Página 161 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Una generosa invitación
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Dios nos ha dado la orden especial de considerar al extranjero,
al perdido, y a las pobres almas débiles en poder moral. Muchos
que parecen enteramente indiferentes a las cosas religiosas anhelan
de corazón descanso y paz. Aunque hayan caído en las mismas
profundidades del pecado, hay posibilidades de salvarlos.
Los siervos de Cristo han de seguir su ejemplo. Cuando él iba de
lugar en lugar, confortaba a los dolientes y sanaba a los enfermos.
Luego les exponía las grandes verdades referentes a su reino. Esta
es la obra de sus seguidores. Mientras aliviéis los sufrimientos del
cuerpo, hallaréis maneras de ministrar a las necesidades del alma.
Podéis señalar al Salvador levantado en alto, y hablarles del amor
del gran Médico, que es el único que tiene poder para restaurar.
Decid a los pobres desalentados que se han descarriado, que
no necesitan desesperar. Aunque han errado, y no han edificado
un carácter recto, Dios puede devolverles el gozo, aun el gozo de
su salvación. Se deleita en tomar material aparentemente sin espe-
ranza, aquellos por quienes Satanás ha obrado, y hacerlos objeto
de su gracia. Se goza en librarlos de la ira que está por caer sobre
los desobedientes. Decidles que hay sanidad, limpieza para cada
alma. Hay lugar para ellos en la mesa del Señor. El está esperando
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extenderles la bienvenida.
Los que vayan por los caminos y vallados encontrarán a otros
de carácter muy distinto, que necesitan su ayuda. Hay quienes están
viviendo a la altura de todo el conocimiento que tienen, y sirviendo
a Dios lo mejor que saben. Pero comprenden que debe hacerse
una gran obra en favor de ellos mismos y de los que los rodean.
Anhelan mayor conocimiento de Dios, pero han comenzado a ver
sólo la vislumbre de mayor luz. Están orando con lágrimas que
Dios les envíe la bendición que por la fe disciernen a gran distancia.
En medio de la maldad de las grandes ciudades puede hallarse a
muchas de estas almas. Muchas de ellas están en circunstancias
muy humildes, y por esto el mundo no las conoce. Hay muchos
de quienes los ministros e iglesias nada saben. Pero en lugares
humildes y miserables ellos son testigos del Señor. Pueden haber
tenido poca luz, y pocas oportunidades para el desarrollo cristiano;
pero en medio de la desnudez, el hambre y el frío están tratando
de ayudar a otros. Busquen los mayordomos de la múltiple gracia
de Dios a estas almas, visítenlas en sus hogares, y por el poder del