Página 189 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Hechos, no palabras
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profeta, como creían que lo era, ¿cómo hubieran podido negar su
testimonio de que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios? Y no podían
decir que el bautismo de Juan era de los hombres, debido al pueblo
que creía que Juan era profeta. Por lo tanto, dijeron: “No sabemos”.
Entonces Cristo presentó la parábola del padre y los dos hijos.
Cuando el padre fue al primer hijo diciéndole: “Hijo, ve hoy a tra-
bajar en mi viña”, el hijo le respondió prontamente: “No quiero”.
Rehusó obedecer, y se entregó a malos caminos y malas compañías.
Pero después se arrepintió y obedeció la orden.
El padre fue al segundo hijo con la misma orden: “Hijo, ve hoy a
trabajar en mi viña”. La respuesta de este hijo fue: “Yo, señor, voy”,
pero no fue.
En esta parábola el padre representa a Dios, la viña a la iglesia.
Los dos hijos representan dos clases de personas. El hijo que rehusó
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obedecer la orden diciendo: “No quiero”, representaba a los que
estaban viviendo en abierta transgresión, que no hacían profesión
de piedad, que abiertamente rehusaban ponerse bajo el yugo de la
restricción y la obediencia que impone la ley de Dios. Pero muchos
de ellos después se arrepintieron y obedecieron al llamamiento de
Dios. Cuando llegó a ellos el Evangelio en el mensaje de Juan el
Bautista: “Arrepentíos, que el reino de los cielos se ha acercado
se
arrepintieron, y confesaron sus pecados.
El carácter de los fariseos quedó revelado en el hijo que replicó:
“Yo, señor, voy”, y no fue. Como este hijo, los dirigentes judíos
eran impenitentes y tenían suficiencia propia. La vida religiosa de
la nación judía se había convertido en una simulación. Cuando la
voz de Dios proclamó la ley desde el Sinaí, todo el pueblo prometió
obedecer. Dijeron: “Yo, Señor, voy”, pero no fueron. Cuando Cristo
vino en persona para presentar delante de ellos los principios de
la ley, lo rechazaron. Cristo había dado a los dirigentes judíos de
su tiempo evidencia abundante de su autoridad y poder divinos,
pero aunque estaban convencidos, no aceptaron la evidencia. Cristo
les había mostrado que continuaban sin creer porque no tenían el
espíritu que induce a la obediencia. Les había declarado: “Habéis
invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición... En vano
me honran, enseñando doctrinas y mandamientos de hombres”
En el grupo que estaba delante de Jesús había escribas y fariseos,
sacerdotes y gobernantes, y después de presentar la parábola de los