Página 194 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
gencia por esto mismo, mostrad en vuestra fe virtud, y en la virtud
ciencia; y en la ciencia templanza, y en la templanza paciencia, y en
la paciencia temor de Dios; y en el temor de Dios, amor fraternal, y
en el amor fraternal caridad”
Si cultivas fielmente la viña de tu alma, Dios te está haciendo
obrero juntamente con él. Y tendrás una obra que hacer no sólo por
ti mismo, sino por otros. Al representar a la iglesia por una viña,
Cristo no enseña que hemos de limitar nuestras simpatías y trabajos
a los nuestros. La viña del Señor ha de ser agrandada. El desea que
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sea extendida a todas partes de la tierra. Cuando recibimos la instruc-
ción y la gracia de Dios, debemos impartir a otros un conocimiento
referente a la forma de cuidar de las preciosas plantas. Así pode-
mos extender la viña del Señor. Dios está aguardando evidencias
de nuestra fe, amor y paciencia. El mira para ver si estamos usando
cada ventaja espiritual con el objeto de llegar a ser obreros hábiles
en su viña sobre la tierra, para que podamos entrar en el paraíso de
Dios, aquel hogar edénico del cual fueron excluidos Adán y Eva por
la transgresión.
Dios mantiene hacia su pueblo la relación de un padre, y nos
pide, como Padre, nuestro servicio fiel. Consideremos la vida de
Cristo. Como cabeza de la humanidad, sirviendo a su Padre, es un
ejemplo de lo que cada hijo debe y puede ser. La obediencia que
Cristo rindió es la que Dios requiere de los seres humanos hoy día.
El sirvió a su Padre con amor, con buena voluntad y libertad. “Me
complazco en hacer tu voluntad, oh Dios mío—declara él—; y tu
ley está en medio de mi corazón”
Cristo no consideró demasiado
grande ningún sacrificio ni demasiado dura ninguna labor, a fin de
realizar la obra que él vino a hacer. A la edad de doce años: “¿No
sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?
Había
oído el llamamiento y había emprendido la obra. Dijo él: “Mi comida
es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”
Así hemos de servir a Dios. Solamente le sirve el que actúa
de acuerdo con la más elevada norma de obediencia. Todos los
que quieran ser hijos e hijas de Dios, deben demostrar que son
colaboradores de Dios, de Cristo y de los ángeles celestiales. Esta
es la prueba para cada alma. El Señor dice de los que le sirven
fielmente: “Serán para mí especial tesoro..., en el día que yo tengo