Página 193 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

Basic HTML Version

Hechos, no palabras
189
gran Médico que dijo: “Al que a mí viene, no le echo fuera”
A esas
almas las puede usar el Señor como obreros en su viña.
El hijo que durante un tiempo rehusó obedecer la orden de su pa-
dre no fue condenado por Cristo, ni tampoco alabado. Las personas
representadas por el primer hijo, que rehusó obedecer, no merecen
alabanza por tal actitud. Su franqueza no debe ser considerada como
una virtud. Santificada por la verdad y la santidad, ella los haría
intrépidos testigos de Cristo; pero usada como lo es por el pecador,
es insultante y desafiante, y se aproxima a la blasfemia. El hecho
de que un hombre no sea hipócrita, no amengua en absoluto su
condición de pecador. Cuando las exhortaciones del Espíritu Santo
llegan al corazón, nuestra única seguridad reside en responder a ellas
sin demora. Cuando llega el llamamiento: “Ve hoy a trabajar en mi
viña”, no rechacéis la invitación. “Si oyereis su voz hoy, no endu-
rezcáis vuestros corazones”
Es peligroso demorar la obediencia.
Quizá no oigamos otra vez la invitación.
[224]
Y nadie se lisonjee pensando que los pecados acariciados por
un tiempo pueden ser fácilmente abandonados en alguna ocasión
futura. Esto no es así. Cada pecado acariciado debilita el carácter y
fortalece el hábito; y el resultado es una depravación física, mental
y moral. Podéis arrepentiros del mal que habéis hecho, y encaminar
vuestros pies por senderos rectos; pero el amoldamiento de vuestra
mente y vuestra familiaridad con el mal, os harán difícil distinguir
entre lo correcto y lo erróneo. Mediante los malos hábitos que hayáis
formado, Satanás os asaltará repetidas veces.
En la orden: “Ve a trabajar en mi viña”, se presenta a cada
alma una prueba de sinceridad. ¿Habrá hechos tanto como palabras?
¿Usará el que es llamado todo el conocimiento que tiene, trabajando
fiel y desinteresadamente para el Dueño de la viña?
El apóstol Pedro nos instruye sobre el plan según el cual debe-
mos trabajar. “Gracia y paz os sea multiplicada—dice él—, en el
conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las
cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos sean dadas de su
divina potencia, por el conocimiento de Aquel que nos ha llamado
por su gloria y virtud: por las cuales nos son dadas preciosas y gran-
dísimas promesas, para que por ellas fueseis hechos participantes de
la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el
mundo por concupiscencia. Vosotros también, poniendo toda dili-