Página 20 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
seguidores triunfos terrenales y grandeza nacional, sino una cosecha
que debe ser recogida después de pacientes trabajos y en medio de
pérdidas y desengaños.
Los fariseos percibieron el significado de la parábola de Cristo;
pero para ellos su lección era ingrata. Aparentaron no entenderla.
Esto hizo que, a ojos de la multitud, un misterio todavía mayor
envolviera el propósito del nuevo maestro, cuyas palabras habían
conmovido tan extrañamente su corazón y chasqueado tan amarga-
mente sus ambiciones. Los mismos discípulos no habían entendido
la parábola, pero su interés se despertó. Vinieron a Jesús en privado
y le pidieron una explicación.
Este era el deseo que Cristo quería despertar, a fin de poder darles
instrucción más definida. Les explicó la parábola, como aclarará
su Palabra a todo aquel que lo busque con sinceridad de corazón.
Aquellos que estudian la Palabra de Dios con corazones abiertos a
la iluminación del Espíritu Santo, no permanecerán en las tinieblas
en cuanto a su significado. “El que quisiere hacer su voluntad [la de
Dios]—dijo Cristo—, conocerá de la doctrina, si viene de Dios, o si
yo hablo de mí mismo”
Todos los que acuden a Cristo en busca de
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un conocimiento más claro de la verdad, lo recibirán. El desplegará
ante ellos los misterios del reino de los cielos, y estos misterios
serán entendidos por el corazón que anhela conocer la verdad. Una
luz celestial brillará en el templo del alma, la cual se revelará a los
demás cual brillante fulgor de una lámpara en un camino oscuro.
“El sembrador salió a sembrar”
En el Oriente, el estado de
las cosas era tan inseguro, y había tan grande peligro de violencia,
que la gente vivía principalmente en ciudades amuralladas, y los
labradores salían diariamente a desempeñar sus tareas fuera de los
muros. Así Cristo, el Sembrador celestial, salió a sembrar. Dejó su
hogar de seguridad y paz, dejó la gloria que él tenía con el Padre
antes que el mundo fuese, dejó su puesto en el trono del universo.
Salió como uno que sufre, como hombre tentado; salió solo, para
sembrar con lágrimas, para verter su sangre, la simiente de vida para
el mundo perdido.
Sus servidores deben salir a sembrar de la misma manera. Cuan-
do Abrahán recibió el llamamiento a ser un sembrador de la simiente
de verdad, se le ordenó: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de
la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. “Y salió sin saber