Página 207 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

Basic HTML Version

Un mensaje a la iglesia moderna
203
los caminos de Dios habían de ser conocidos “en la tierra”, y su
salud “en todas las gentes”
Así debería ser también hoy. Los habitantes del mundo adoran
dioses falsos. Han de ser apartados de su falso culto, no porque oigan
acusaciones contra sus ídolos, sino porque se les presente algo mejor.
Han de ser pregonadas las bondades de Dios. “Sois mis testigos,
dice Jehová, que yo soy Dios”
El Señor desea que apreciemos el gran plan de la redención, que
comprendamos nuestro elevado privilegio como hijos de Dios, y que
caminemos delante de él en obediencia y agradecimiento. Desea que
le sirvamos en novedad de vida, con alegría cada día. Anhela que la
gratitud brote de nuestro corazón porque nuestro nombre está escrito
en el libro de la vida del Cordero, porque podemos poner todos
nuestros cuidados sobre Aquel que cuida de nosotros. El nos ordena
que nos regocijemos porque somos la herencia del Señor, porque la
[241]
justicia de Cristo es el manto blanco de sus santos, porque tenemos
la bendita esperanza de la pronta venida de nuestro Salvador.
El alabar a Dios de todo corazón y con sinceridad, es un deber
igual al de la oración. Hemos de mostrar al mundo y a los seres
celestiales que apreciamos el maravilloso amor de Dios hacia la
humanidad caída, y que esperamos bendiciones cada vez mayores de
su infinita plenitud. Mucho más de lo que hacemos, debemos hablar
de los preciosos capítulos de nuestra vida cristiana. Después de un
derramamiento especial del Espíritu Santo, aumentarían grandemen-
te nuestro gozo en el Señor y nuestra eficiencia en su servicio, al
repasar sus bondades y sus maravillosas obras en favor de sus hijos.
Estas prácticas rechazan el poder de Satanás. Excluyen el espíritu
de murmuración y queja, y el tentador pierde terreno. Fomentan
aquellos atributos del carácter que habilitarán a los habitantes de la
tierra para las mansiones celestiales.
Un testimonio tal tendrá influencia sobre otros. No se puede
emplear un medio más eficaz para ganar almas para Cristo.
Hemos de alabar a Dios mediante un servicio tangible, haciendo
todo lo que podamos para aumentar la gloria de su nombre. Dios
nos imparte sus dones para que podamos también dar, y hacer así
que el mundo conozca su carácter. En el sistema judío, las ofrendas
formaban una parte esencial del culto de Dios. Se enseñaba a los
israelitas a destinar una décima parte de todas sus entradas al ser-