Página 216 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Al usarlo, los convidados mostraban su respeto por el dador de la
fiesta. Pero un hombre estaba aún vestido con sus ropas comunes.
Había rehusado hacer la preparación requerida por el rey. Desdeñó
usar el manto provisto para él a gran costo. De esta manera insultó a
su señor. A la pregunta del rey: “¿Cómo entraste aquí no teniendo
vestido de boda?” no pudo contestar nada. Se condenó a sí mismo.
Entonces el rey dijo: “Atado de pies y de manos tomadle, y echadle
en las tinieblas de afuera”.
El examen que de los convidados a la fiesta hace el rey, representa
una obra de juicio. Los convidados a la fiesta del Evangelio son
aquellos que profesan servir a Dios, aquellos cuyos nombres están
escritos en el libro de la vida. Pero no todos los que profesan ser
cristianos son verdaderos discípulos. Antes que se dé la recompensa
final, debe decidirse quiénes son idóneos para compartir la herencia
de los justos. Esta decisión debe hacerse antes de la segunda venida
de Cristo en las nubes del cielo; porque cuando él venga, traerá
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su galardón consigo, “para recompensar a cada uno según fuere su
obra”
Antes de su venida, pues, habrá sido determinado el carácter
de la obra de todo hombre, y a cada uno de los seguidores de Cristo
le habrá sido fijada su recompensa de acuerdo con sus obras.
Mientras los hombres moran todavía en la tierra se verifica la
obra del juicio investigador en los atrios del cielo. Delante de Dios
pasa el registro de la vida de todos sus profesos seguidores. Todos
son examinados según lo registrado en los libros del cielo, y según
sus hechos queda para siempre fijado el destino de cada uno.
El vestido de boda de la parábola representa el carácter puro y
sin mancha que poseerán los verdaderos seguidores de Cristo. A la
iglesia “le fue dado que se vista de lino fino, limpio y brillante”, “que
no tuviese mancha, ni arruga, ni cosa semejante”. El lino fino, dice
la Escritura, “son las justificaciones de los santos”
Es la justicia
de Cristo, su propio carácter sin mancha, que por la fe se imparte a
todos los que lo reciben como Salvador personal.
La ropa blanca de la inocencia era llevada por nuestros primeros
padres cuando fueron colocados por Dios en el santo Edén. Ellos
vivían en perfecta conformidad con la voluntad de Dios. Toda la
fuerza de sus afectos era dada a su Padre celestial. Una hermosa
y suave luz, la luz de Dios, envolvía a la santa pareja. Este manto
de luz era un símbolo de sus vestiduras espirituales de celestial