Página 218 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
no el vestido de hojas de higuera, no la desnudez y deformidad del
pecado, sino su propia ropa de justicia, que es la perfecta obediencia
a la ley de Jehová.
Los convidados a la fiesta de bodas fueron inspeccionados por
el rey, y se aceptó solamente a aquellos que habían obedecido sus
requerimientos y se habían puesto el vestido de bodas. Así ocurre con
los convidados a la fiesta del Evangelio. Todos deben ser sometidos
al escrutinio del gran Rey, y son recibidos solamente aquellos que
se han puesto el manto de la justicia de Cristo.
La justicia es la práctica del bien, y es por sus hechos por lo que
todos han de ser juzgados. Nuestros caracteres se revelan por lo que
hacemos. Las obras muestran si la fe es genuina o no.
No es suficiente que creamos que Jesús no es un impostor, y
que la religión de la Biblia no consiste en fábulas arteramente com-
puestas. Podemos creer que el nombre de Jesús es el único nombre
debajo del cielo por el cual el hombre puede ser salvo, y sin embargo,
no hacer de él, por la fe, nuestro Salvador personal. No es suficiente
creer la teoría de la verdad. No es suficiente profesar fe en Cristo y
tener nuestros nombres registrados en el libro de la iglesia. “El que
guarda sus mandamientos, está en él, y él en él. Y en esto sabemos
que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. “Y
en esto sabemos que nosotros le hemos conocido, si guardamos sus
mandamientos”
Esta es la verdadera evidencia de la conversión.
No importa cuál sea nuestra profesión de fe, no nos vale de nada a
menos que Cristo se revele en obras de justicia.
La verdad ha de implantarse en el corazón. Ha de dominar la
mente y los afectos. Todo el carácter debe ser amoldado por las
declaraciones divinas. Cada jota y tilde de la Palabra de Dios ha de
ser puesto en práctica en la vida diaria.
El que llegue a ser participante de la naturaleza divina estará en
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armonía con la gran norma de justicia de Dios, su santa ley. Esta es
la regla por la cual Dios mide las acciones de los hombres. Esta será
la prueba del carácter en el juicio.
Hay muchos que aseveran que por la muerte de Cristo fue abro-
gada la ley; pero en esto contradicen las propias palabras de Cristo:
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas... Hasta
que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni un tilde perecerá de
la ley”
Cristo depuso su vida para expiar la transgresión que el