Ante el tribunal supremo
            
            
              217
            
            
              Están rechazando lo único que podría capacitarlos para ocupar un
            
            
              lugar en la fiesta de bodas.
            
            
              En la parábola, cuando el rey preguntó: “¿Cómo entraste aquí no
            
            
              teniendo vestido de boda?” el hombre quedó mudo. Así ocurrirá en el
            
            
              gran día del juicio. Los hombres pueden disculpar ahora sus defectos
            
            
              de carácter, pero en aquel día no tendrán excusas que presentar.
            
            
              [258]
            
            
              Las iglesias profesas de Cristo de esta generación disfrutan de
            
            
              los más altos privilegios. El Señor nos ha sido revelado con una
            
            
              luz cada vez mayor. Nuestros privilegios son mucho más grandes
            
            
              que los del antiguo pueblo de Dios. No sólo poseemos la gran luz
            
            
              confiada a Israel, sino que tenemos la creciente evidencia de la gran
            
            
              salvación que nos ha sido traída por Jesucristo. Aquello que era tipo
            
            
              y símbolo para los judíos es una realidad para nosotros. Ellos tenían
            
            
              la historia del Antiguo Testamento; nosotros tenemos eso y también
            
            
              el Nuevo Testamento. Tenemos la seguridad de un Salvador que ha
            
            
              venido, que ha sido crucificado, que ha resucitado y que junto al
            
            
              sepulcro de José proclamó: “Yo soy la resurrección y la vida”. En
            
            
              virtud del conocimiento que poseemos de Cristo y su amor, el reino
            
            
              de Dios es puesto en medio de nosotros. Cristo nos es revelado en
            
            
              sermones y nos es cantado en himnos. El banquete espiritual nos
            
            
              es presentado con rica abundancia. El vestido de bodas, provisto a
            
            
              un precio infinito, es ofrecido gratuitamente a cada alma. Mediante
            
            
              los mensajeros de Dios nos son presentadas la justicia de Cristo,
            
            
              la justificación por la fe, y las preciosas y grandísimas promesas
            
            
              de la Palabra de Dios, el libre acceso al Padre por medio de Cristo,
            
            
              la consolación del Espíritu y la bien fundada seguridad de la vida
            
            
              eterna en el reino de Dios. ¿Qué otra cosa podía hacer Dios que no
            
            
              haya hecho al proveer la gran cena, el banquete celestial?
            
            
              Los ángeles ministradores del cielo dicen: La obra que se nos
            
            
              comisionó realizar ya ha sido cumplida. Hemos hecho retroceder el
            
            
              ejército de los ángeles malos. Hemos enviado claridad y luz a las
            
            
              almas de los hombres, despertando el recuerdo del amor de Dios ex-
            
            
              presado en Jesús. Hemos atraído sus miradas a la cruz de Cristo. Sus
            
            
              corazones fueron profundamente conmovidos por una conciencia
            
            
              del pecado que crucificó al Hijo de Dios. Fueron convencidos de pe-
            
            
              cado. Comprendieron los pasos que han de tomarse en la conversión;
            
            
              [259]
            
            
              sintieron el poder del Evangelio; sus corazones fueron enternecidos
            
            
              al considerar la dulzura del amor de Dios. Contemplaron la her-