La siembra de la verdadx
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Se ha despojado a la Biblia de su poder, y los resultados se ven
en una disminución del tono de la vida espiritual. En los sermones de
muchos púlpitos de nuestros días no se nota esa divina manifestación
que despierta la conciencia y vivifica el alma. Los oyentes no pueden
decir: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba
en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?
Hay muchas
personas que están clamando por el Dios viviente, y anhelan la
presencia divina. Las teorías filosóficas o los ensayos literarios, por
brillantes que sean, no pueden satisfacer el corazón. Los asertos e
invenciones de los hombres no tienen ningún valor. Que la Palabra
de Dios hable a la gente. Que los que han escuchado sólo tradiciones,
teorías y máximas humanas, oigan la voz de Aquel cuya palabra
puede renovar el alma para vida eterna.
El tema favorito de Cristo era la ternura paternal y la abundante
gracia de Dios; se espaciaba mucho en la santidad de su carácter y
de su ley; se presentaba a sí mismo a la gente como el Camino, la
Verdad, y la Vida. Sean éstos los temas de los ministros de Cristo.
Presentad la verdad tal cual es en Jesús. Aclarad los requisitos de
la ley y del Evangelio. Hablad a la gente de la vida de sacrificio
y abnegación que llevó Cristo; de su humillación y muerte; de su
resurrección y ascensión; de su intercesión por ellos en las cortes de
Dios; de su promesa: “Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo”
En vez de discutir teorías erróneas, o de tratar de combatir a
los opositores del Evangelio, seguid el ejemplo de Cristo. Resplan-
dezcan en forma vivificante las frescas verdades del tesoro divino.
“Que prediques la palabra”. Siembra “sobre las aguas”. “Que instes
a tiempo y fuera de tiempo”. “Predique mi palabra con toda verdad
aquel que recibe mi palabra... ¿Qué tiene que ver la paja con el trigo,
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dice el Señor?” “Toda palabra de Dios es limpia;... no añadas a sus
palabras, porque no te reprenda, y seas hallado mentiroso”
“El sembrador siembra la palabra”. Aquí se presenta el gran
principio que debe gobernar toda obra educativa. “La simiente es la
palabra de Dios”. Pero en demasiadas escuelas de nuestro tiempo
la Palabra de Dios se descarta. Otros temas ocupan la mente. El
estudio de los autores incrédulos ocupa mucho lugar en el sistema de
educación. Los sentimientos escépticos se entretejen en el texto de
los libros de estudio. Las investigaciones científicas desvían, porque
sus descubrimientos se interpretan mal y se pervierten. Se compara