Cómo enriquecer la personalidad
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ción. La verdadera educación significa más que lo que los colegios
pueden dar. Aunque no se debe descuidar el estudio de las ciencias,
existe una preparación más elevada que ha de obtenerse mediante
una relación vital con Dios. Tome cada estudiante su Biblia y pón-
gase en comunión con el gran Maestro. Edúquese y disciplínese la
mente para luchar con problemas arduos en la búsqueda de la verdad
divina.
Los que desean ardientemente obtener conocimiento para ser
una bendición a sus semejantes, recibirán ellos mismos la bendición
de Dios. Mediante el estudio de su Palabra sus facultades mentales
serán despertadas a una actividad fervorosa. Se producirá una ex-
pansión y un desarrollo de las facultades, y la mente adquirirá poder
y eficiencia.
Todo el que quiere ser un obrero para Dios tiene que practicar la
disciplina propia. Esto logrará más que la elocuencia o los talentos
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más destacados. Una mente común, bien disciplinada, efectuará una
obra mayor y más elevada que la mente mejor educada y los mayores
talentos sin el dominio propio.
El habla
La facultad del habla es un talento que debiera ser diligentemente
cultivado. De todos los dones que hemos recibido de Dios, ninguno
puede ser una bendición mayor que éste. Con la voz convencemos y
persuadimos; con ella oramos y alabamos a Dios, y con ella habla-
mos a otros del amor del Redentor. Cuán importante es, entonces,
que se eduque de tal manera que sea lo más eficaz posible para bien.
La cultura y el uso debido de la voz son grandemente descui-
dados, aun por personas de inteligencia y actividad cristiana. Hay
muchos que leen o hablan en voz tan baja o de un modo tan rá-
pido que no puede entendérseles fácilmente. Algunos tienen una
pronunciación apagada e indistinta, otros hablan en tonos agudos
y penetrantes, que resultan penosos para los que oyen. Los textos,
los himnos, los informes y otras cosas presentadas ante asambleas
públicas, son a veces leídos de tal manera que no se entienden, y a
menudo su fuerza y poder impresionante quedan destruidos.
Este es un mal que puede y debe corregirse. Sobre este punto nos
instruye la Biblia. Se nos dice de los levitas, que leían las Escrituras