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Palabras de Vida del Gran Maestro
al pueblo en los días de Esdras: “Y leían en el libro de la ley de
Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la
lectura”
Mediante un esfuerzo diligente todos pueden adquirir la habi-
lidad de leer inteligiblemente y hablar en un tono de voz fuerte,
claro, sonoro, de un modo distinto e impresionante. Haciendo esto
podemos aumentar grandemente nuestra eficiencia como obreros de
Cristo.
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Todo cristiano está llamado a dar a conocer a otros las inescruta-
bles riquezas de Cristo; por lo tanto debiera procurar la perfección
en el habla. Debiera presentar la Palabra de Dios de un modo que la
recomendara a sus oyentes. Dios no desea que sus intermediarios
sean incultos. No es su voluntad que el hombre rebaje o degrade la
corriente celestial que fluye por medio de él al mundo.
Debiéramos mirar a Jesús, el modelo perfecto; debiéramos orar
por la ayuda del Espíritu Santo, y con su fuerza tratar de educar todo
órgano para hacer una obra perfecta.
Esto es especialmente cierto con respecto a aquellos que son
llamados al ministerio público. Todo ministro y todo maestro debe
recordar que está dando a la gente un mensaje que encierra intereses
eternos. La verdad que prediquen los juzgará en el gran día del ajus-
te final de cuentas. Y en el caso de algunas almas, el modo en que
se presente el mensaje, determinará su recepción o rechazamiento.
Entonces, háblese la palabra de tal manera que despierte el enten-
dimiento e impresione el corazón. Lenta, distinta y solemnemente
debiera hablarse la palabra, y con todo el fervor que su importancia
requiere.
La debida cultura y el uso de la facultad del habla es parte
de todo ramo de servicio cristiano; entra en la vida familiar y en
toda nuestra relación mutua. Hemos de acostumbrarnos a hablar
en tonos agradables, a usar un lenguaje puro y correcto, y palabras
bondadosas y corteses. Las palabras dulces, amables, son como el
rocío y la suave lluvia para el alma. La Escritura dice de Cristo
que la gracia fue derramada en sus labios, para que pudiera “hablar
en sazón palabra al cansado”
Y el Señor nos insta: “Sea vuestra
palabra siempre con gracia”, “para que dé gracia a los oyentes”
Al tratar de corregir o reformar a otros, debiéramos cuidar nues-
tras palabras. Ellas serán un sabor de vida para vida o de muerte
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