Página 233 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Cómo enriquecer la personalidad
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para muerte. Al dar reprensiones o consejos, muchos se permiten
un lenguaje mordaz y severo, palabras no apropiadas para sanar el
alma herida. Por estas expresiones imprudentes se crea un espíritu
receloso, y a menudo los que yerran son incitados a la rebelión.
Todos los que defienden los principios de verdad necesitan recibir
el celestial aceite del amor. En toda circunstancia la reprensión de-
be ser hecha con amor. Entonces nuestras palabras reformarán, sin
exasperar. Cristo proporcionará por medio de su Espíritu Santo la
fuerza y el poder. Esta es su obra.
No debiera pronunciarse imprudentemente ninguna palabra. Nin-
guna conversación maliciosa, ninguna charla frívola, ninguna expre-
sión de descontento o insinuación impura escapará de los labios del
que sigue a Cristo. El apóstol Pablo, al escribir inspirado por el Es-
píritu Santo, dice: “Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca”
Esto quiere significar no sólo palabras viles, sino cualquier expresión
contraria a los santos principios y a la pura e inmaculada religión.
Incluye las sugestiones impuras y las ocultas insinuaciones al mal.
A menos que éstas sean resistidas inmediatamente, conducirán a
pecados mayores.
Sobre cada familia, sobre cada cristiano individual, descansa el
deber de cerrar el camino a las conversaciones impuras. Cuando
estamos en compañía de aquellos que se permiten una conversación
frívola, es nuestro deber cambiar, si es posible, el tema. Con la
ayuda de la gracia de Dios debiéramos tranquilamente dejar caer una
palabra o introducir un tema que cambie el giro de la conversación
hacia un cauce provechoso.
Es obra de los padres inculcar en sus hijos la costumbre de hablar
correctamente. La mejor escuela para obtener esta cultura es el hogar.
Desde sus tempranos años se debiera enseñar a los niños a hablar
respetuosa y amablemente con sus padres y unos con otros. Debe en-
señárseles que solamente palabras amables, veraces y puras debieran
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traspasar sus labios. Sean los padres mismos alumnos diarios en la
escuela de Cristo. Entonces, por precepto y ejemplo, pueden enseñar
a sus hijos el uso de toda “palabra sana e irreprensible”
Este es
uno de sus deberes mayores y que implica más responsabilidad.
Como seguidores de Cristo hemos de hacer que nuestras palabras
sean motivo de ayuda y ánimo mutuos en la vida cristiana. Necesita-
mos hablar mucho más de lo que solemos de los capítulos preciosos