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Palabras de Vida del Gran Maestro
aprovechado. Pero es privilegio y deber de todos los que tienen salud
y fuerza prestar a Dios un servicio activo. Todos han de trabajar en
ganar almas para Cristo. Los donativos de dinero no pueden ocupar
el lugar de esto.
Cada momento está cargado de consecuencias eternas. Hemos
de ser soldados de emergencia, listos para entrar en acción al instante
de recibir el aviso. La oportunidad que se nos ofrece hoy de hablar a
algún alma necesitada de la Palabra de vida, puede no volver jamás.
Puede ser que Dios diga a esa persona: “Esta noche vuelven a pedir
tu alma”
y a causa de nuestra negligencia no se halle lista. En el
gran día del juicio, ¿cómo rendiremos cuenta de ello a Dios?
La vida es demasiado solemne para que sea absorbida en asuntos
temporales o terrenos, en un tráfago de cuidados y ansiedades por
las cosas que no son sino un átomo en comparación con las de
interés eterno. Sin embargo, Dios nos ha llamado a servirle en los
asuntos temporales de la vida. La diligencia en esta obra es una parte
de la verdadera religión tanto como lo es la devoción. La Biblia
no sanciona la ociosidad. Esta es la mayor maldición que aflige a
nuestro mundo. Cada hombre y mujer verdaderamente convertido
será un obrero diligente.
Del debido aprovechamiento de nuestro tiempo depende nuestro
éxito en la adquisición de conocimiento y cultura mental. El cul-
tivo del intelecto no ha de ser impedido por la pobreza, el origen
humilde o las condiciones desfavorables. Pero atesórense los mo-
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mentos. Unos pocos momentos aquí y unos pocos allí, que podrían
desperdiciarse en charlas sin objeto; las horas de la mañana tan a
menudo desperdiciadas en la cama; el tiempo que pasamos viajando
en los tranvías o el tren, o esperando en la estación; los momentos
que pasamos en espera de la comida, o de aquellos que llegan tar-
de a una cita; si se tuviera un libro en la mano y se aprovecharan
estos fragmentos de tiempo en estudiar, leer o en pensar cuidadosa-
mente, ¡cuánto podría realizarse! Un propósito resuelto, un trabajo
persistente y la cuidadosa economía del tiempo capacitarán a los
hombres para adquirir los conocimientos y la disciplina mental que
los calificarán para casi cualquier posición de influencia y utilidad.
Es deber de todo cristiano adquirir hábitos de orden, minuciosi-
dad y prontitud. No hay excusa para hacer lenta y chapuceramente
el trabajo, cualquiera sea su clase. Cuando uno está siempre en el