Cómo enriquecer la personalidad
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trabajo, y el trabajo nunca está hecho, es porque no se ponen en él la
mente y el corazón. La persona lenta y que trabaja con desventajas,
debiera darse cuenta de que ésas son faltas que deben corregirse.
Necesita ejercitar su mente haciendo planes referentes a cómo usar
el tiempo para alcanzar los mejores resultados. Con tacto y méto-
do, algunos realizarán tanto trabajo en cinco horas como otros en
diez. Algunos que se ocupan en las tareas domésticas están siempre
trabajando, no porque tengan tanto que hacer, sino porque no hacen
planes para ahorrar tiempo. Por su manera de trabajar lenta y llena
de dilaciones, se dan mucho trabajo por cosas muy pequeñas. Pero
todos los que deseen pueden vencer esos hábitos de morosidad y
excesiva meticulosidad. Tengan los tales un propósito definido en su
obra. Decidan cuánto tiempo se requiere para hacer una tarea deter-
minada, y entonces dedíquese todo esfuerzo a terminar el trabajo en
ese tiempo. El ejercicio de la voluntad hará más diestras las manos.
Por falta de una determinación de echar mano de sí mismos y
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reformarse, las personas pueden volverse estereotipadas en cierto
curso equivocado de acción; o mediante el cultivo de sus facultades
pueden adquirir capacidad para realizar el mejor servicio. Entonces
sus servicios serán solicitados en todas partes. Serán apreciados en
todo lo que valen.
Muchos niños y jóvenes desperdician el tiempo que podrían
haber empleado en ayudar a llevar las cargas del hogar, mostrando
así un interés amante en su padre y su madre. La juventud podría
llevar sobre sus jóvenes y fuertes hombros muchas responsabilidades
que alguien tiene que llevar.
La vida de Cristo, desde sus más tempranos años, fue una vida
de fervorosa actividad. El no vivió para agradarse a sí mismo. Era el
Hijo del Dios infinito; no obstante, trabajó en el oficio de carpintero
con su padre José. Su oficio fue significativo. Había venido al mundo
como edificador del carácter, y como tal toda su obra fue perfecta.
Toda su labor material se distinguió por la misma perfección que
transmitía a los caracteres que estaba transformando por su poder
divino. El es nuestro modelo.
Los padres debieran enseñar a sus hijos el valor y el debido uso
del tiempo. Enséñeseles que vale la pena luchar para hacer algo que
honre a Dios y beneficie a la humanidad. Aun en sus tempranos años
pueden ser misioneros para Dios.