Página 245 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Cómo enriquecer la personalidad
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aullando por vuestras miserias que os vendrán. Vuestras riquezas
están podridas: vuestras ropas están comidas de polilla. Vuestro oro
y plata están corrompidos de orín; y su orín os será en testimonio,
y comerá del todo vuestras carnes como fuego. Os habéis allegado
tesoro para en los postreros días. He aquí, el jornal de los obreros
que han segado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido
pagado de vosotros, clama; y los clamores de los que habían segado,
han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos”
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Pero Cristo no sanciona el uso pródigo o descuidado de los
recursos. Su lección de economía: “Recoged los pedazos que han
quedado, porque no se pierda nada”
es para todos sus seguidores.
El que se da cuenta de que su dinero es un talento que proviene de
Dios, lo usará económicamente, y sentirá que es su deber ahorrar,
para poder dar.
Cuanto más dinero empleemos en la ostentación y la complacen-
cia propia, menos tendremos para alimentar al hambriento y vestir
al desnudo. Todo centavo usado innecesariamente, priva al que lo
gasta de una preciosa oportunidad de hacer bien. Este proceder ro-
ba a Dios la honra y la gloria que debe tributársele mediante el
aprovechamiento de los talentos que él ha confiado.
Los impulsos y sentimientos bondadosos
Los sentimientos bondadosos, los impulsos generosos y la rápi-
da comprensión de las cosas espirituales son talentos preciosos, y
colocan a su poseedor bajo una pesada responsabilidad. Todos han
de ser usados en el servicio de Dios. Pero aquí es donde muchos
yerran. Satisfechos con la posesión de esas cualidades, dejan de
usarlas en un servicio activo por otros. Se lisonjean de que si tuvie-
ran la oportunidad, si las circunstancias fueran favorables, harían
una buena y grandiosa obra. Pero están esperando la oportunidad.
Desprecian la mezquindad del pobre tacaño que da de mala gana una
pitanza al necesitado. Ven que está viviendo para sí, y que es res-
ponsable del mal uso de sus talentos. Con gran complacencia trazan
el contraste entre sí mismos y tales personas, tan estrechas de miras,
sintiendo que su propia condición es mucho más favorable que la
de sus vecinos de alma mezquina. Pero se engañan a sí mismos. La
mera posesión de cualidades que no se utilizan, tan sólo aumenta su