Página 250 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Pero los que no poseen grandes dones no necesitan desanimarse.
Usen los tales lo que tienen, vigilando fielmente todo punto débil
en sus caracteres, y procurando fortalecerlo por la gracia divina. En
toda acción de la vida hemos de entretejer la fidelidad y la lealtad,
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cultivando los atributos que nos capacitarán para llevar a cabo la
obra.
Los hábitos de negligencia deben ser resueltamente vencidos.
Muchos piensan que es suficiente excusa para sus mayores errores
el invocar su mente olvidadiza. ¿Pero no poseen ellos, lo mismo
que otros, facultades intelectuales? Entonces debieran disciplinar su
mente para que sea retentiva. Es un pecado olvidar, es un pecado
ser negligente. Si adquirís el hábito de la negligencia, puede ser que
descuidéis la salvación de vuestra propia alma y al fin halléis que no
estáis preparados para el reino de Dios.
Las grandes verdades deben ser llevadas al terreno de las cosas
pequeñas. La religión práctica ha de ser llevada al campo de los
deberes humildes de la vida cotidiana. La mayor cualidad que pueda
tener un hombre es obedecer implícitamente la Palabra del Señor.
A causa de que no se hallan relacionados con alguna obra di-
rectamente religiosa, muchos sienten que su vida es inútil; que no
están haciendo nada para el avance del reino de Dios. Pero esto es
una equivocación. Si su obra es la que alguien debe hacer, no deben
acusarse a sí mismos de inútiles en la gran familia de Dios. No han
de descuidarse los más humildes deberes. Cualquier trabajo honesto
es una bendición, y la fidelidad en él puede resultar una preparación
para más elevados cometidos.
No importa cuán humilde sea, cualquier trabajo hecho para Dios
con una completa entrega del yo, es aceptado por él como el más
elevado servicio. Ninguna ofrenda es pequeña cuando se da con
corazón sincero y alma gozosa.
Doquiera estemos, Cristo nos ordena que asumamos los deberes
que se nos presenten. Si éstos están en el hogar, afrontémoslos vo-
luntariamente y con fervor, para hacer del hogar un sitio agradable.
Si sois madres, educad a vuestros hijos para Cristo. Esta es una obra
tan ciertamente hecha para Dios como la que el ministro efectúa
en el púlpito. Si vuestro deber está en la cocina, tratad de ser co-
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cineras perfectas. Preparad alimentos que sean sanos, nutritivos y
apetitosos. Y al emplear los mejores ingredientes en la preparación