Página 276 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Pero primeramente debía aceptar las condiciones del discipulado.
Debía consagrarse a sí mismo sin reservas a Dios. Al llamado del
Salvador, Juan, Pedro, Mateo, y sus compañeros, “dejadas todas las
cosas, levantándose, le siguieron”
La misma consagración se exigió
del joven príncipe. Y en esto Cristo no pidió un sacrificio mayor
del que él mismo había hecho. “Por amor de vosotros se hizo pobre,
siendo rico; para que vosotros por su pobreza fueseis enriquecidos”
El joven rico sólo tenía que seguir el camino recorrido por Cristo.
Cristo miró al joven, y anheló que le entregara su alma. Anheló
enviarlo como un mensajero de bendición a los hombres. En lugar
de aquello que lo invitó a entregarle, Cristo le ofreció el privilegio de
su compañía. “Sígueme”, dijo. Este privilegio había sido considerado
como un gozo por Pedro, Santiago y Juan. El joven mismo miraba a
Cristo con admiración. Su corazón era atraído hacia el Salvador. Pero
no estaba listo a aceptar el principio del sacrificio propio expresado
por el Salvador. Elegía sus riquezas antes que a Jesús. Anhelaba la
vida eterna, pero no quería recibir en el alma ese amor abnegado, el
único que es vida, y con un corazón pesaroso se apartó de Cristo.
Al alejarse el joven, Jesús dijo a sus discípulos: “¡Cuán dificul-
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tosamente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!”
Estas palabras asombraron a los discípulos. Se les había enseñado
a considerar a los ricos como los favoritos del cielo; ellos mismos
esperaban recibir riquezas y poder mundanos en el reino del Mesías;
y si el rico no entraba en el reino de los cielos, ¿qué esperanza podría
haber para el resto de los hombres?
“Mas Jesús respondiendo, les volvió a decir: ¡Hijos, cuán difícil
es entrar en el reino de Dios, los que confían en las riquezas! Más
fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que el rico entrar en
el reino de Dios. Y ellos se espantaban más”. Ahora se daban cuenta
de que ellos mismos estaban incluidos en la solemne amonestación.
A la luz de las palabras del Salvador, fue revelado su propio anhelo
secreto de poder y riquezas. Con dudas respecto a ellos mismos,
exclamaron: “¿Y quién podrá salvarse?”
“Entonces Jesús mirándolos, dice: Para los hombres es impo-
sible; mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para
Dios”.
Un hombre rico, como tal, no puede entrar en el reino de los
cielos. Su riqueza no le da ningún título a la herencia de los santos