Página 279 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Bases para la recompensa final
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altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos”
En la parábola, los primeros obreros convinieron en trabajar por
una suma estipulada, y recibieron la cantidad que se había especifi-
cado, nada más. Los que fueron ajustados más tarde creyeron en la
promesa del patrón: “Os daré lo que fuere justo”. Mostraron su con-
fianza en él no haciendo ninguna pregunta con respecto a su salario.
Confiaron en su justicia y equidad. Y fueron recompensados, no de
acuerdo con la cantidad de su trabajo, sino según la generosidad de
su propósito.
Así Dios quiere que confiemos en Aquel que justifica al impío.
Concede su recompensa no de acuerdo con nuestro mérito, sino
según su propio propósito, “que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”.
“No por obras de justicia que nosotros habíamos hecho, mas por
su misericordia nos salvó”
Y en favor de aquellos que confían
en él obrará “mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos”
No es la cantidad de trabajo que se realiza o los resultados
visibles, sino el espíritu con el cual la obra se efectúa lo que le
da valor ante Dios. Los que vinieron a la viña a la hora undécima
estaban agradecidos por la oportunidad de trabajar. Sus corazones
estaban llenos de gratitud hacia la persona que los aceptó; y cuando
al final de la jornada el jefe de la casa les pagó por el día entero,
estaban grandemente sorprendidos. Sabían que no habían ganado
ese salario. Y la bondad revelada en el semblante de su empleador
los llenó de gozo. Nunca olvidaron la bondad del dueño de la casa,
ni la generosa recompensa que habían recibido. Esto es lo que ocurre
con el pecador que, conociendo su falta de méritos, ha entrado en
la viña del Señor a la hora undécima. Su tiempo de servicio parece
muy corto, no se siente digno de recompensa alguna, pero está lleno
de gozo porque por lo menos Dios lo ha aceptado. Trabaja con un
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espíritu humilde y confiado, agradecido por el privilegio de ser un
colaborador de Cristo. Dios se deleita en honrar este espíritu.
El Señor desea que confiemos en él sin hacer preguntas con
respecto a nuestra recompensa. Cuando Cristo mora en el alma, el
pensamiento de recompensa no primará. Este no es el motivo que
impulsa nuestro servicio. Es cierto que, en un sentido secundario,
debemos tener en cuenta la recompensa. Dios desea que apreciemos