Página 280 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
las bendiciones que nos ha prometido. Pero no quiere que estemos
muy ansiosos por la remuneración, ni que pensemos que por cada
deber hemos de recibir un galardón. No debemos estar tan ansiosos
de obtener el premio, como de hacer lo que es recto, independien-
temente de toda ganancia. El amor a Dios y a nuestros semejantes
debe ser nuestro motivo.
Esta parábola no excusa a los que oyen el primer llamamiento a
trabajar, pero no entran en la viña del Señor. Cuando el dueño de la
casa fue al mercado a la hora undécima, y encontró algunos hombres
sin ocupación, dijo: “¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?” La
respuesta fue: “Porque nadie nos ha ajustado”. Ninguno de los que
fueron llamados hacia la tarde del día estaba allí por la mañana. No
habían rechazado el llamamiento. Aquellos que rechazan y luego se
arrepienten, hacen bien en arrepentirse; pero no es seguro jugar con
el primer llamamiento de la misericordia.
Cuando los trabajadores de la viña recibieron “cada uno un de-
nario”, los que habían comenzado a trabajar temprano en el día se
ofendieron. ¿No habían trabajado ellos durante doce horas? razo-
naron, y ¿no era justo que recibieran más que aquellos que habían
trabajado solamente una hora en la parte más fresca del día? “Estos
postreros sólo han trabajado una hora—dijeron—, y los has hecho
iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día”.
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“Amigo—respondió el patrón a uno de ellos—, no te hago agra-
vio; ¿no te concertaste conmigo por un denario? Toma lo que es
tuyo, y vete; mas quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es
lícito a mí hacer lo que quiero con lo mío? o ¿es malo tu ojo, porque
yo soy bueno?”
“Así los primeros serán postreros, y los postreros primeros: por-
que muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
Los primeros trabajadores de la parábola representan a aquellos
que, a causa de sus servicios, exigen que se los prefiera sobre los
demás. Realizan su obra con espíritu de congratulación propia, y
no ponen en ella abnegación y sacrificio. Pueden haber profesado
servir a Dios durante toda su vida; pueden haber sido delanteros
en soportar duros trabajos, privaciones y pruebas, y por lo tanto se
creen merecedores de una gran recompensa. Piensan más en el pago
que en el privilegio de ser siervos de Cristo. Según ellos, sus labores
y sacrificios los hacen acreedores a un honor mayor que los demás,