Página 281 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Bases para la recompensa final
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y debido a que esta pretensión no es reconocida, se ofenden. Si
pusieran en su trabajo un espíritu amante y confiado, continuarían
siendo los primeros, pero su disposición a quejarse y protestar es
contraria al espíritu de Cristo, y demuestra que ellos son indignos
de confianza. Revelan su deseo de engrandecimiento personal, su
desconfianza en Dios, sus celos y mala voluntad hacia sus hermanos.
La bondad y la liberalidad del Señor es para ellos sólo motivo de
murmuración. Así muestran que no hay relación entre sus almas y
Dios. No conocen el gozo de cooperar con el Artífice Maestro.
No hay nada más ofensivo para Dios que este espíritu estrecho y
egoísta. El no puede trabajar con nadie que manifieste estos atributos.
Los que los albergan son insensibles a la influencia de su Espíritu.
Los judíos habían sido llamados primero a la viña del Señor;
y por causa de eso eran orgullosos y justos en su propia opinión.
Consideraban que sus largos años de servicio los hacía merecedores
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de una recompensa mayor que los demás. No los exasperaba más
que una insinuación de que los gentiles habían de ser admitidos con
iguales privilegios que ellos en las cosas de Dios.
Cristo amonestó a los discípulos que fueron llamados en primer
término a seguirle, a que no se acariciase entre ellos el mismo mal. El
vio que un espíritu de justicia propia sería la debilidad y la maldición
de la iglesia. Los hombres pensarían que podrían hacer algo para
ganar
un lugar en el reino de los cielos. Se imaginarían que cuando
hubieran hecho cierto progreso, el Señor les ayudaría. Así habría
abundancia del yo y poco de Jesús. Muchas personas que hubieran
hecho un poco de progreso se envanecerían, y se pensarían superiores
a los demás. Estarían ansiosas de ser aduladas, y manifestarían celo
si no se las considerase más importantes que a otros. Cristo trata de
guardar a sus discípulos de este peligro.
El jactarnos de nuestros méritos está fuera de lugar. “No se alabe
el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el
rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere
de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero,
dice Jehová”
El premio no se otorga por las obras, a fin de que nadie se alabe;
mas es todo por gracia. “¿Qué, pues, diremos que halló Abrahán
nuestro padre según la carne? Que si Abrahán fue justificado por las