Página 282 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
obras, tiene de qué gloriarse; mas no para con Dios. Porque ¿qué dice
la Escritura? Y creyó Abrahán a Dios, y le fue atribuido a justicia.
Empero al que obra, no se le cuenta el salario por merced, sino por
deuda. Mas al que no obra, pero cree en aquel que justifica al impío,
la fe le es contada por justicia”
Por lo tanto, no hay motivo para
que uno se gloríe sobre otro o manifieste envidia hacia otro. Nadie
obtiene un privilegio superior a otro, ni puede alguien reclamar la
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recompensa como un derecho.
El primero y el último han de ser participantes en la gran re-
compensa eterna, y el primero debe dar alegremente la bienvenida
al último. Aquel que envidia la recompensa de otro olvida que él
mismo es salvado sólo por gracia. La parábola de los trabajadores
condena todos los celos y las sospechas. El amor se regocija en la
verdad, y no hace comparaciones envidiosas. El que posee amor
compara únicamente la belleza de Cristo con su propio carácter
imperfecto.
Esta parábola es una amonestación a todos los obreros, por largo
que sea su servicio, por abundantes que sean sus labores, acerca de
que sin el amor hacia los hermanos, sin humildad ante Dios, ellos
no son nada. No hay religión en la entronización del yo. Aquel que
hace de la glorificación propia su blanco, se hallará destituido de
aquella gracia que es lo único que puede hacerlo eficiente en el
servicio de Cristo. Toda vez que se condesciende con el orgullo y la
complacencia propia, la obra se echa a perder.
No es la cantidad de tiempo que trabajamos, sino nuestra pronta
disposición y nuestra fidelidad en el trabajo, lo que lo hace aceptable
a Dios. En todo nuestro servicio se requiere una entrega completa
del yo. El deber más humilde, hecho con sinceridad y olvido de sí
mismo, es más agradable a Dios que el mayor trabajo cuando está
echado a perder por el engrandecimiento propio. El mira para ver
cuánto del Espíritu de Cristo abrigamos y cuánta de la semejanza
de Cristo revela nuestra obra. El considera mayores el amor y la
fidelidad con que trabajamos que la cantidad que efectuamos.
Tan sólo cuando el egoísmo está muerto, cuando la lucha por la
supremacía está desterrada, cuando la gratitud llena el corazón, y
el amor hace fragante la vida, tan sólo entonces Cristo mora en el
alma, y nosotros somos reconocidos como obreros juntamente con
Dios.
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