Página 291 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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El premio inmerecido
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temas; di a las ciudades de Judá: ¡Veis aquí el Dios vuestro! He aquí
que el Señor Jehová vendrá con fortaleza, y su brazo se enseñoreará:
he aquí que su salario viene con él, y su obra delante de su rostro”
Aquellos que esperan la venida del Esposo han de decir al pueblo:
“¡Veis aquí el Dios vuestro!” Los últimos rayos de luz misericor-
diosa, el último mensaje de clemencia que ha de darse al mundo,
es una revelación de su carácter de amor. Los hijos de Dios han de
manifestar su gloria. En su vida y carácter han de revelar lo que la
gracia de Dios ha hecho por ellos.
La luz del Sol de Justicia ha de brillar en buenas obras, en pala-
bras de verdad y hechos de santidad.
Cristo, el resplandor de la gloria del Padre, vino al mundo como
su luz. Vino a representar a Dios ante los hombres, y de él está
escrito que fue ungido “de Espíritu Santo y de potencia” y “anduvo
haciendo bienes”
En la sinagoga de Nazaret dijo: “El Espíritu del
Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
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los pobres: me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón;
para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner
en libertad a los quebrantados: para predicar el año agradable del
Señor”
Esta era la obra que él recomendó a sus discípulos que
hicieran. “Vosotros sois la luz del mundo”, dijo él. “Así alumbre
vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras
buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
Esta
es la obra que el profeta Isaías describe cuando dice: “¿No es que
partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en
casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras, y no te escondas de
tu carne? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará
ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu
retaguardia”
De esta manera, en las noches de tinieblas espirituales, la gloria
de Dios ha de brillar por medio de su iglesia, al levantar ésta a los
quebrantados y consolar a los dolientes.
En torno de nosotros, por todas partes se oyen los lamentos de
tristeza del mundo. Por doquiera están los necesitados y afligidos.
A nosotros nos toca ayudarlos a aligerar y suavizar las durezas y la
miseria de la vida.
La obra práctica tendrá mucho más efecto que el mero sermonear.
Hemos de dar alimento al hambriento, vestir al desnudo y proteger al