Página 293 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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El premio inmerecido
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resplandeciente. Es el amor de Dios continuamente transferido al
hombre lo que lo capacita para impartir luz. En el corazón de todos
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los que están unidos a Dios por la fe, el áureo aceite del amor fluye
libremente, para brillar en buenas obras, en un servicio real y sincero
por Dios.
En la inconmensurable dádiva del Espíritu Santo se hallan con-
tenidos todos los recursos del cielo. No es por causa de restricción
alguna por parte de Dios por lo que las riquezas de su gracia no
fluyen hacia la tierra, a los hombres. Si todos tuvieran la voluntad
de recibir, todos serían llenados de su Espíritu.
Es el privilegio de toda alma ser un canal vivo por medio del
cual Dios pueda comunicar al mundo los tesoros de su gracia, las
inescrutables riquezas de Cristo. No hay nada que Cristo desee tanto
como agentes que representen al mundo su Espíritu y carácter. No
hay nada que el mundo necesite tanto como la manifestación del
amor del Salvador mediante la humanidad. Todo el cielo está espe-
rando que haya canales por medio de los cuales pueda derramarse el
aceite santo para que sea un gozo y una bendición para los corazones
humanos.
Cristo ha hecho toda provisión para que su iglesia sea un cuerpo
transformado, iluminado con la Luz del mundo, que posea la gloria
de Emmanuel. Es su propósito que todo cristiano esté rodeado de
una atmósfera espiritual de luz y paz. Desea que nosotros revelemos
su propio gozo en nuestra vida.
La morada del Espíritu en nuestro corazón se revelará por la
manifestación del amor celestial. La plenitud divina fluirá a través
del agente humano consagrado, para ser luego transmitida a los
demás.
El Sol de Justicia “en sus alas traerá salud”
Así también de
todo verdadero discípulo ha de emanar una influencia productora de
vida, valor, utilidad y verdadera sanidad.
La religión de Cristo significa más que el perdón del pecado;
significa la extirpación de nuestros pecados y el henchimiento del
vacío con las gracias del Espíritu Santo. Significa iluminación divina,
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regocijo en Dios. Significa un corazón despojado del yo y bendecido
con la presencia permanente de Cristo. Cuando Cristo reina en
el alma, hay pureza, libertad del pecado. Se cumple en la vida la
gloria, la plenitud, la totalidad del plan evangélico. La aceptación