Página 34 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
oscurece. Todas las más nobles facultades del alma, todo lo que une
al hombre con el mundo espiritual, es envilecido.
Es cierto que algunos podrán ver su insensatez y arrepentirse.
Dios puede perdonarlos. Pero han herido sus propias almas, y han
traído sobre ellos un peligro que durará toda su vida. El poder de
discernir, que siempre debe ser mantenido aguzado y sensible para
distinguir entre lo correcto y lo erróneo, en gran parte se destruye.
No son rápidos para reconocer la voz guiadora del Espíritu Santo
o para discernir los engaños de Satanás. Demasiado a menudo, en
tiempo de peligro, caen en la tentación, y son alejados de Dios. El
final de su vida amante de los placeres es la ruina para este mundo y
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para el mundo venidero.
Los cuidados, las riquezas, los placeres, todos son usados por
Satanás en el juego de la vida para conquistar el alma humana. Se
nos da la amonestación: “No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está
en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la concupiscencia de
la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida,
no es del Padre, mas es del mundo”
Aquel que lee el corazón de
los hombres como un libro abierto dice: “Mirad por vosotros, que
vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez, y
de los cuidados de esta vida”
Y el apóstol Pablo, inspirado por
el Espíritu Santo, escribe: “Los que quieren enriquecerse, caen en
tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden
a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la
raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron
de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”
La preparación del terreno
A través de la parábola del sembrador, Cristo presenta el hecho
de que los diferentes resultados dependen del terreno. En todos los
casos, el sembrador y la semilla son los mismos. Así él enseña que
si la palabra de Dios deja de cumplir su obra en nuestro corazón
y en nuestra vida, la razón estriba en nosotros mismos. Pero el re-
sultado no se halla fuera de nuestro dominio. En verdad, nosotros
no podemos cambiarnos a nosotros mismos; pero tenemos la fa-
cultad de elegir y de determinar qué llegaremos a ser. Los oyentes