Página 36 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Cristo, sino que ha de hacer que la vida de Cristo sea su vida, y el
carácter de Cristo su carácter. Enséñese a todos que han de llevar
cargas y deben sacrificar sus inclinaciones naturales. Aprendan la
bendición de trabajar para Cristo, imitándolo en la abnegación, y
soportando penurias como buenos soldados. Aprendan a confiar
en el amor de Cristo y a descargar en él sus congojas. Prueben el
gozo de ganar almas para él. En su amor e interés por los perdidos,
perderán de vista el yo; los placeres del mundo perderán su poder de
atracción y sus cargas no los descorazonarán. La reja del arado de
la verdad hará su obra. Romperá el terreno inculto, y no solamente
cortará los tallos de las espinas, sino que las arrancará de raíz.
En buena tierra
No siempre ha de chasquearse el sembrador. El Salvador dice de
la semilla que cayó en buen terreno: “Este es el que oye y entiende
la palabra, y el que lleva fruto: y lleva uno a ciento, y otro a sesenta,
y otro a treinta”. “La que cayó en buena tierra, éstos son los que
con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto en
paciencia”.
El “corazón bueno y recto” mencionado en la parábola, no es
un corazón sin pecado; pues se predica el Evangelio a los perdi-
dos. Cristo dijo: “No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores”
Tiene corazón recto el que se rinde a la convicción
del Espíritu Santo. Confiesa su pecado, y siente su necesidad de la
misericordia y el amor de Dios. Tiene el deseo sincero de conocer la
verdad para obedecerla. El “corazón bueno” es el que cree y tiene fe
en la palabra de Dios. Sin fe es imposible recibir la palabra. “El que
a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le
buscan”
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“Este es el que oye, y entiende la palabra”. Los fariseos de los
días de Cristo cerraron los ojos para no ver y los oídos para no oír,
y en esa forma, la verdad no les pudo llegar al corazón. Habían de
sufrir el castigo por su ignorancia voluntaria y la ceguera que se
imponían a sí mismos. Pero Cristo enseñó a sus discípulos que ellos
habían de abrir su mente a la instrucción y habían de estar listos para
creer. Pronunció una bendición sobre ellos porque vieron y oyeron
con ojos y oídos creyentes.