Página 55 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Cómo instruir y guardar a los hijos
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está listo para dar. “Coadjutores somos de Dios”
Inmensamente
inferior es la parte que lleva a cabo el agente humano; pero si está
unido con la divinidad de Cristo, puede hacer todas las cosas por
medio de la fuerza que él imparte.
* * * * *
El desarrollo gradual de la planta, desde la semilla, es una lección
objetiva en la crianza del niño.
Hay “primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la
espiga”. Aquel que dio esta parábola creó la semillita, le dio sus
propiedades vitales, y ordenó las leyes que rigen su crecimiento. Y
las verdades que enseña la parábola se convirtieron en una viviente
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realidad en la vida de Cristo. Tanto en su naturaleza física como en
la espiritual él siguió el orden divino del crecimiento ilustrado por
la planta, así como desea que todos los jóvenes lo hagan. Aunque
era la Majestad del cielo, el Rey de la gloria, nació como un niño
en Belén, y durante un tiempo representó a la infancia desvalida
mientras su madre lo cuidaba. En la niñez hizo las obras de un niño
obediente. Habló y actuó con la sabiduría de un niño y no con la
de un hombre, honrando a sus padres y cumpliendo sus deseos en
formas útiles, de acuerdo con la capacidad de un niño. Pero en cada
etapa de su desarrollo era perfecto, con la sencilla y natural gracia
de una vida exenta de pecado. El registro sagrado dice de su niñez:
“El niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría, y la gracia
de Dios era sobre él”. Y de su juventud se registra: “Jesús crecía en
sabiduría, y en edad, y en gracia para con Dios y los hombres”
Aquí se sugiere la obra de los padres y los maestros. Deben
procurar cultivar las tendencias de la juventud para que en cada
etapa de su vida puedan representar la belleza natural propia de
aquel período, desarrollándose naturalmente como las plantas en el
jardín.
Los niños exentos de afectación y que actúan con naturalidad
son los más atractivos. No es prudente darles atención especial, y
repetir delante de ellos sus agudezas. No se debe estimular la vani-
dad alabando su apariencia, sus palabras o sus acciones. Ni deben
vestirse de manera costosa y llamativa. Esto aumenta el orgullo en
ellos y despierta la envidia en el corazón de sus compañeros.