Página 72 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
Buscad el tesoro
La Palabra de Dios ha de ser nuestro estudio. Hemos de educar
a nuestros hijos en las verdades que allí encontramos. Es un tesoro
inagotable; pero los hombres no lo encuentran porque no lo buscan
hasta posesionarse de el. Muchos se contentan con una suposición
acerca de la verdad. Se conforman con una obra superficial, dando
por sentado que tienen todo lo que es esencial. Consideran los dichos
de otros como la verdad, y son demasiado indolentes para aplicarse
a un trabajo fervoroso y diligente, representado en la Palabra por el
acto de cavar para hallar el tesoro oculto. Pero las invenciones de
los hombres no solamente no son dignas de confianza, sino que son
peligrosas, pues colocan al hombre en el lugar que corresponde a
Dios. Colocan los dichos de los hombres donde debería hallarse un
“Así dice Jehová”.
Cristo es la verdad. Sus palabras son verdad, y tienen un signifi-
cado más profundo del que aparentan tener en la superficie. Todos
los dichos de Cristo tienen un significado que sobrepuja su modesta
apariencia. Las mentes avivadas por el Espíritu Santo discernirán el
valor de esos dichos. Hallarán las preciosas gemas de verdad, aun
cuando sean tesoros escondidos.
Las teorías y especulaciones humanas nunca conducirán a una
comprensión de la Palabra de Dios. Aquellos que suponen que
entienden de filosofía piensan que sus explicaciones son necesarias
para abrir los tesoros del conocimiento e impedir que las herejías
se introduzcan en la iglesia. Pero son estas explicaciones las que
han introducido falsas teorías y herejías. Los hombres han hecho
esfuerzos desesperados por explicar lo que ellos pensaban que eran
textos intrincados; pero demasiado a menudo sus esfuerzos no han
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hecho sino oscurecer aquello que trataban de explicar.
Los sacerdotes y los fariseos pensaban estar haciendo grandes
cosas como maestros, colocando sus propias interpretaciones por
sobre la Palabra de Dios; pero Cristo dijo de ellos: “No sabéis las
Escrituras, ni la potencia de Dios”
Los declaró culpables de enseñar
“como doctrinas mandamientos de hombres”
Aunque ellos eran los
maestros de los oráculos divinos, aunque se suponía que entendían
la Palabra, no eran hacedores de la misma. Satanás había cegado sus
ojos, de tal manera que no viesen su verdadera importancia.