Página 88 - Palabras de Vida del Gran Maestro (1971)

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Palabras de Vida del Gran Maestro
imaginación para ver sólo turbiamente la vislumbre de un amor
inexplicable, tan alto como los cielos, pero que ha descendido hasta
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la tierra a estampar la imagen de Dios en todo el género humano.
Sin embargo, nos es posible ver todo lo que podemos soportar
de la compasión divina. Esta se descubre al alma humilde y contrita.
Entenderemos la compasión de Dios en la misma proporción en
que apreciamos su sacrificio por nosotros. Al estudiar la Palabra
de Dios con humildad de corazón, el grandioso tema de la reden-
ción se abrirá a nuestra investigación. Aumentará en brillo mientras
lo contemplemos; y mientras aspiremos a entenderlo, su altura y
profundidad irán continuamente en aumento.
Nuestra vida ha de estar unida con la de Cristo; hemos de recibir
constantemente de él, participando de él, el pan vivo que descendió
del cielo, bebiendo de una fuente siempre fresca, que siempre ofrece
sus abundantes tesoros. Si mantenemos al Señor constantemente
delante de nosotros, permitiendo que nuestros corazones expresen el
agradecimiento y la alabanza a él debidos, tendremos una frescura
perdurable en nuestra vida religiosa. Nuestras oraciones tomarán
la forma de una conversación con Dios, como si habláramos con
un amigo. El nos dirá personalmente sus misterios. A menudo nos
vendrá un dulce y gozoso sentimiento de la presencia de Jesús. A
menudo nuestros corazones arderán dentro de nosotros mientras él
se acerque para ponerse en comunión con nosotros como lo hizo con
Enoc. Cuando ésta es en verdad la experiencia del cristiano, se ven
en su vida una sencillez, una humildad, una mansedumbre y bondad
de corazón que muestran a todo aquel con quien se relacione que ha
estado con Jesús y aprendido de él.
En aquellos que la posean, la religión de Cristo se revelará como
un principio vivificador que todo lo penetra, una energía espiritual y
viviente que obra. Se manifestará la frescura, el poder y el gozo de
la perpetua juventud. El corazón que recibe la palabra de Dios no
es como un pozo de agua que se evapora, ni como una cisterna rota
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que pierde su tesoro. Es como el torrente de la montaña alimentado
por fuentes inagotables, cuyas aguas frescas y cristalinas saltan de
una roca a otra, refrigerando al cansado, al sediento y al cargado.
Esta experiencia imparte a cada maestro de la verdad las cuali-
dades necesarias para hacerlo un representante de Cristo. El espíritu
de la enseñanza de Cristo comunicará fuerza y precisión a sus mani-