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Reavivamientos Modernos
menor grado, las mismas influencias que se ejercerán en los movi-
mientos venideros más extensos. Hay una agitación emotiva, mezcla
de lo verdadero con lo falso, muy apropiada para extraviar a uno.
No obstante, nadie necesita ser seducido. A la luz de la Palabra de
Dios no es difícil determinar la naturaleza de estos movimientos.
Dondequiera que los hombres descuiden el testimonio de la Biblia
y se alejen de las verdades claras que sirven para probar el alma y
que requieren abnegación y desprendimiento del mundo, podemos
estar seguros de que Dios no, dispensa allí sus bendiciones. Y al
aplicar la regla que Cristo mismo dio: “Por sus frutos los conoceréis”
(
Mateo 7:16
), resulta evidente que estos movimientos no son obra
del Espíritu de Dios.
En las verdades de su Palabra, Dios ha dado a los hombres una
revelación de sí mismo, y a todos los que las aceptan les sirven
de escudo contra los engaños de Satanás. El descuido en que se
tuvieron estas verdades fue lo que abrió la puerta a los males que se
están propagando ahora tanto en el mundo religioso. Se ha perdido
de vista en sumo grado la naturaleza e importancia de la ley de Dios.
Un concepto falso del carácter perpetuo y obligatorio de la ley divina
ha hecho incurrir en errores respecto a la conversión y santificación,
y como resultado se ha rebajado el nivel de la piedad en la iglesia.
En esto reside el secreto de la ausencia del Espíritu y poder de Dios
en los despertamientos religiosos de nuestros tiempos...
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¿Puede cambiarse la ley de Dios?
Muchos maestros en religión aseveran que Cristo abolió la ley
por su muerte, y que desde entonces los hombres se ven libres de
sus exigencias. Algunos la representan como yugo enojoso, y en
contraposición con la esclavitud de la ley, presentan la libertad de
que se debe gozar bajo el Evangelio.
Pero no es así como los profetas y los apóstoles consideraron
la santa ley de Dios. David dice: “Y andaré con libertad, porque he
buscado tus preceptos”.
Salmos 119:45 (VM)
. El apóstol Santiago,
que escribió después de la muerte de Cristo, habla del Decálogo co-
mo de la “ley real”, y de la “ley perfecta, la ley de libertad”
Santiago
2:8
;
1:25 (VM)
. Y el vidente de Patmos, medio siglo después de
la crucifixión, pronuncia una bendición sobre los “que guardan sus