Página 21 - Reavivamientos Modernos (1974)

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Las conversiones: ¿Falsas o verdaderas?
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cosas que le agradan”
Juan 15:10
;
8:29 (VM)
. Los discípulos de
Cristo han de volverse semejantes a él, es decir, adquirir por la gracia
de Dios un carácter conforme a los principios de su santa ley. Esto
es lo que la Biblia llama santificación.
Esta obra no se puede realizar sino por la fe en Cristo, por el
poder del Espíritu de Dios que habite en el corazón. San Pablo
amonesta a los creyentes: “Ocupaos en vuestra salvación con temor
y temblor; porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como
el hacer, por su buena voluntad”.
Filipenses 2:12, 13
. El cristiano
sentirá las tentaciones del pecado, pero luchará continuamente contra
él. Aquí es donde se necesita la ayuda de Cristo. La debilidad
humana se une con la fuerza divina, y la fe exclama: “A Dios gracias,
que nos da la victoria por el Señor nuestro Jesucristo”.
1 Corintios
15:57
.
Las Santas Escrituras enseñan claramente que la obra de santifi-
cación es progresiva. Cuando el pecador encuentra en la conversión,
[16]
la paz con Dios por la sangre expiatoria, la vida cristiana no ha hecho
más que empezar. Ahora debe llegar “al estado de hombre perfec-
to”; crecer “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”...
Filipenses 3:13, 14
.
No hay lugar para la jactancia
Los que experimenten la santificación de que habla la Biblia,
manifestarán un espíritu de humildad. Como Moisés, contemplaron
la terrible majestad de la santidad y se dan cuenta de su propia
indignidad en contraste con la pureza y alta perfección del Dios
infinito.
El profeta Daniel fue ejemplo de verdadera santificación. Llenó
su larga vida del noble servicio que rindió a su Maestro. Era un hom-
bre “muy amado” (
Daniel 10:11, VM
) en el cielo. Sin embargo, en
lugar de prevalerse de su pureza y santidad, este profeta tan honrado
de Dios se identificó con Dios en favor de su pueblo: “¡No derra-
mamos nuestros ruegos ante tu rostro a causa de nuestras justicias,
sino a causa de tus grandes compasiones!” “Hemos pecado, hemos
obrado impíamente”. El declara: “Yo estaba... hablando, y orando, y
confesando mi pecado, y el pecado de mi pueblo”...
Daniel 9:18, 15,
20
.