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Reavivamientos Modernos
Santificación: entrega y participación total
La santificación expuesta en las Santas Escrituras abarca todo el
ser: espíritu, cuerpo y alma. San Pablo rogaba por los tesalonicenses,
que su “ser entero, espíritu y alma y cuerpo” fuese “guardado y
presentado irreprensible en el advenimiento de nuestro Señor Je-
sucristo”.
1 Tesalonicenses 5:23 (VM)
. Y vuelve a escribir a los
creyentes: “Os ruego pues, hermanos, por las compasiones de Dios,
que le presentéis vuestros cuerpos, como sacrificio vivo, santo, acep-
to a Dios”.
Romanos 12:1 (VM)
. En tiempos del antiguo Israel,
toda ofrenda que se traía a Dios era cuidadosamente examinada. Si
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se descubría un defecto cualquiera en el animal presentado, se lo
rechazaba, pues Dios había mandado que las ofrendas fuesen “sin
mancha”. Así también se pide a los cristianos que presenten sus cuer-
pos en “sacrificio vivo, santo, acepto a Dios”. Para ello, todas sus
facultades deben conservarse en la mejor condición posible. Toda
costumbre que tienda a debilitar la fuerza física o mental incapacita
al hombre para el servicio de su Creador.
¿Y se complacerá Dios con menos de lo mejor que podamos
ofrecerle? Cristo dijo: “Amarás al Señor tu Dios de todo tu cora-
zón”. Los que aman a Dios de todo corazón desearán darle el mejor
servicio de su vida y tratarán siempre de poner todas las facultades
de su ser en armonía con las leyes que aumentarán su aptitud para
hacer su voluntad...
Una vida cambiada
El mundo está entregado a la sensualidad. “La concupiscencia
de la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la vida”
gobiernan las masas del pueblo. Pero los discípulos de Cristo son
llamados a una vida santa...
A aquellos que cumplen con las condiciones: “Salid de en medio
de ellos, y apartaos,... y no toquéis lo inmundo”, se refiere la promesa
de Dios: “Yo os recibiré, y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis
a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.
2 Corintios 6:17,
18
. Es privilegio y deber de todo cristiano tener grande y bendita
experiencia en las cosas de Dios... Los rayos luminosos del Sol de
Justicia brillan sobre los siervos de Dios, y éstos deben reflejarlos.