Página 35 - Reavivamientos Modernos (1974)

Basic HTML Version

Dios también tiene reglas
31
y perfección! Es tan breve, que podemos fácilmente aprender de
memoria cada precepto, y sin embargo tan abarcante como para
expresar toda la voluntad de Dios y tener conocimiento no sólo de
las acciones externas, sino de los pensamientos e intenciones, los
deseos y emociones del corazón. Las leyes humanas no pueden
hacer esto. Sólo pueden tratar con las acciones externas. Un hombre
puede ser transgresor y, sin embargo, puede ocultar sus faltas de
los ojos humanos. Puede ser criminal, ladrón, asesino o adúltero,
pero mientras no sea descubierto, la ley no puede condenarlo como
culpable. La ley de Dios toma en cuenta los celos, la envidia, el
odio, la malignidad, la venganza, la concupiscencia y la ambición
que agitan el alma, pero que no han hallado expresión en acciones
externas porque ha faltado la oportunidad aunque no la voluntad.
Y se demandará cuenta de esas emociones pecaminosas en el día
cuando “Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa
encubierta, sea buena o sea mala”.
Eclesiastés 12:14
.
El obedecer trae felicidad
La ley de Dios es sencilla y se entiende fácilmente. Hay hom-
bres que se jactan orgullosamente de que sólo creen lo que pueden
entender, olvidándose de que hay misterios en la vida humana y en
la manifestación del poder de Dios, en las obras de la naturaleza:
misterios que la filosofía más profunda, la investigación más extensa,
son incapaces de explicar. Pero no hay misterios en la ley de Dios.
Todos pueden comprender las grandes verdades que implica. El
intelecto más débil puede captar esas reglas; el más ignorante puede
regular su vida y formar su carácter de acuerdo con la norma divina.
Si los hijos de los hombres obedecieran esta ley al máximo de su ca-
pacidad, ganarían fortaleza para su mente y poder de discernimiento
para comprender todavía más el propósito y los planes de Dios. Y
[32]
este progreso sería continuo, no sólo durante la vida presente, sino
durante los siglos eternos, pues no importa cuán lejos avancemos en
el conocimiento de la sabiduría y del poder de Dios, siempre queda
un infinito más allá.
La ley divina nos demanda amar a Dios sobre todas las cosas y a
nuestro prójimo como a nosotros mismos. Sin el ejercicio de este
amor, la más elevada profesión de fe es mera hipocresía...