Con espíritu de oración, 13 de abril
Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley.
Salmos 119:18
.
Más de una porción de las Sagradas Escrituras que los eruditos declaran ser un
misterio o que estiman de poca importancia, está llena de consuelo e instrucción
para el que estudió en la escuela de Cristo. Si muchos teólogos no comprenden
mejor la Palabra de Dios, es por la sencilla razón de que cierran los ojos con
respecto a unas verdades que no desean poner en práctica. La comprensión de
las verdades bíblicas no depende tanto de la potencia intelectual aplicada a la
investigación como de la sinceridad de propósitos y del ardiente anhelo de justicia
que animan al estudiante.
Nunca se debería estudiar la Biblia sin oración. Sólo el Espíritu Santo puede
hacernos sentir la importancia de lo que es fácil comprender, o impedir que nos
apartemos del sentido de las verdades de difícil comprensión. Hay santos ángeles
que tienen la misión de influir en los corazones para que comprendan la palabra
de Dios, de suerte que la belleza de ésta nos embelese, sus advertencias nos
amonesten y sus promesas nos animen y vigoricen. Deberíamos hacer nuestra la
petición del salmista: “¡Abre mis ojos, para que yo vea las maravillas de tu ley!”
Salmos 119:18 (VM)
.
Muchas veces las tentaciones parecen irresistibles, y es porque se ha des-
cuidado la oración y el estudio de la Biblia, y por ende no se pueden recordar
luego las promesas de Dios ni oponerse a Satanás con las armas de las Santas
Escrituras. Pero los ángeles rodean a los que tienen deseos de aprender cosas
divinas, y en situaciones graves traerán a su memoria las verdades que necesitan.
“Porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera
contra él”.
Isaías 59:19
.
Jesús prometió a sus discípulos “el Consolador, es decir, el Espíritu Santo, a
quien—dijo—el Padre enviará en mi nombre”, y agregó: “El os enseñará todas las
cosas, y os recordará todo cuanto os he dicho”.
Juan 14:26 (VM)
. Pero primero es
preciso que las enseñanzas de Cristo hayan sido atesoradas en el entendimiento,
si queremos que el Espíritu de Dios nos recuerde en el momento de peligro. “En
mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.
Salmos 119:11
.—
Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 657, 658
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