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Santificados por la palabra, 18 de abril
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Juan 17:17
.
Preocupado por los que creían en él, Jesús pidió al Padre que los guardara del
mal y que los santificara por intermedio de la verdad. Para que no necesitaran hacer
conjeturas ni tuvieran incertidumbre alguna acerca de ella, afirmó: “Tu palabra es
verdad”.
Juan 17:17
. La Palabra de Dios es, pues, el instrumento mediante el cual
se realiza la santificación. Es de la mayor importancia que cada uno comprenda las
sagradas instrucciones de la Biblia. Como ocurrió con los discípulos, si queremos
informarnos acerca del plan de la salvación necesitamos comprender las palabras
de vida.
Será inexcusable si por nuestra negligencia ignoramos lo que la Palabra de
Dios nos demanda. Para que nos guíe a la verdad, él nos comunicó su Palabra,
la revelación de su voluntad; y prometió el Espíritu Santo a los que se lo pidan.
Cada creyente que honestamente desea hacer la voluntad de Dios conocerá y
comprenderá su doctrina.
En el mundo abundan las falsas enseñanzas; y si nosotros no investigamos
las Escrituras con detenimiento, aceptaremos el error como si fuera verdad, y
adoptaremos las costumbres del mundo y los engaños de nuestro propio corazón.
Las doctrinas y modos de ser del mundo están en oposición a la verdad divina.
A los que decidan negar su servicio al mundo con el propósito de ofrecérselo
a Dios, necesitarán ayuda divina. Deberán fijar su rostro como un pedernal en
dirección a Sión. Sentirán la oposición de la sociedad, de la carne y del demonio,
y tendrán que avanzar en sentido contrario a la dirección del espíritu mundano y
sus influencias.
Desde el tiempo en que el Hijo de Dios tuvo que soportar los prejuicios
arrogantes de los incrédulos, no se ha producido ningún cambio en las actitudes
del mundo con respecto a la religión de Jesús. Los siervos de Cristo tendrán
que afrontar el mismo espíritu de oposición y reproche, y marchar “fuera del
campamento, llevando su vituperio”.
Hebreos 13:13
.
La misión de Jesús fue demostrada por milagros convincentes. Su doctrina
asombró a la gente. No utilizó la contradictoria jerga de los escribas, que estaba
llena de misticismo, cargada de expresiones absurdas y extorsiones sin sentido. Al
presentar su sistema de verdad, Cristo atendió las necesidades del corazón. Sus
enseñanzas fueron sencillas, claras y comprensibles. Las verdades prácticas que
divulgó estaban revestidas de un poder de convicción que cautivó la atención de la
gente.—
The Review and Herald, 7 de febrero de 1888
.
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