Con los menores de la familia de Dios, 13 de mayo
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los
días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos
contentamiento.
Eclesiastés 12:1
.
Cada bendición que el Padre concede a los que tienen mayor experiencia,
también ha sido provista para los niños y los jóvenes por intermedio de Cristo.
Cuando Dios ve que los jóvenes estudian la vida y las lecciones que Jesús enseñó,
encarga a los ángeles que los guarden en todos sus caminos, del mismo modo
como los envió para que velaran por Cristo, su amado Hijo. Orientados por el
Espíritu Santo, los ángeles asistieron a Jesús mientras vivió sobre la tierra para
que pudiera hacer la voluntad de su Padre. De este modo, pudo dar un apropiado
ejemplo del carácter que sería modelo para niños y jóvenes. Él anhela que en cada
acto que realicen en la vida, hagan sólo lo que Dios pueda aprobar. Sabe que cada
buena obra, cada acción bondadosa, cada hecho realizado en obediencia al padre
o a la madre, es registrado en los libros del cielo.
Los que honran a sus padres podrán cosechar su recompensa en el cumplimien-
to de la promesa de que vivirán mucho sobre la tierra que Dios les proporciona.
Los niños deben persistir en el bienhacer y orar para que, en virtud de los méritos
de Cristo, Dios les conceda su gracia, su mente y la hermosura de su carácter. Él
no ha retenido ninguna gracia necesaria para que niños y jóvenes desarrollen un
carácter según el modelo celestial que Cristo ejemplificó durante su juventud. En
el nombre de Jesús, deben pedir con sencillez y fe confiada que se les concedan
las gracias de su carácter, del mismo modo como un hijo solicita un favor a su
padre terrenal.
Queridos niños y jóvenes, ustedes necesitan un nuevo corazón. Pídanlo a
Dios. El dice: “Os daré un corazón nuevo”.
Ezequiel 36:26
. Si ustedes piden de
acuerdo con la voluntad de Dios, no duden de que recibirán todo lo que él ofreció,
porque lo va a cumplir. Si se allegan con un corazón contrito, no piensen que son
presumidos al pedirle a Dios que les conceda su promesa. La presunción ocurre
cuando pedimos para satisfacer las inclinaciones egoístas, y para gratificarnos
con cosas terrenales. Sin embargo, cuando pidan las bendiciones espirituales
que tanto se necesitan para tener un carácter perfecto a la semejanza de Cristo,
Dios les asegura que están pidiendo conforme a una promesa registrada en su
Palabra.—
The Youth’s Instructor, 23 de agosto de 1894
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