La paloma celestial, 6 de enero
También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del
cielo como paloma, y permaneció sobre él.
Juan 1:32
.
Cristo es nuestro ejemplo en todo. En respuesta a la oración que elevó a su
Padre, el cielo se abrió, y el Espíritu, semejante a una paloma, descendió sobre él.
Por el Espíritu Santo es como Dios, además de establecer comunicación con el
hombre, también mora en el corazón de los que son fieles y obedientes. Los que
lo busquen en forma sincera, con el fin de recibir sabiduría para resistir a Satanás,
recibirán luz y fortaleza en la hora de la tentación. Debemos vencer del mismo
modo como Cristo triunfó.
Jesús comenzó su ministerio público con una súplica ferviente. Con ello nos
dejó un ejemplo acerca de la importancia que tiene la oración para adquirir una
experiencia cristiana victoriosa. Su constante comunión con el Padre constituye
un modelo que haríamos bien en imitar. Apreció el privilegio de orar, y la obra
mostró los resultados de su comunión con Dios. Examinando la historia de su
vida, descubrimos que ante cada circunstancia importante buscaba un retiro en
el bosque, o la soledad de las montañas, con el propósito de elevar a Dios sus
plegarias fervientes y perseverantes. Con frecuencia dedicó noches enteras a la
oración antes de realizar algún milagro poderoso. Después de un día de labor y
antes de una noche de comunión, compasivamente despedía a sus discípulos para
que pudieran volver a sus hogares a descansar, mientras él, con clamor y lágrimas,
intercedería ante Dios en favor de la humanidad.
En respuesta a la oración, y en virtud de la gracia de Dios, Jesús fue vigorizado
para llevar las cargas y fortalecido para resistir las pruebas. Si queremos ser
vencedores, debemos depender de Dios para experimentar una vida cristiana
victoriosa, siguiendo el ejemplo que Cristo legó al abrir un camino que nos conduce
a la fuente de fortaleza que nunca falla, y de la cual podemos obtener gracia y poder
para resistir al enemigo. En las márgenes del Jordán, Jesús oró como representante
de la humanidad, y la apertura de los cielos y la voz de aprobación nos aseguran
que Dios acepta a la humanidad a través de los méritos de Cristo.—
The Signs of
the Times, 24 de julio de 1893
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