Página 163 - Recibir

Basic HTML Version

Compasión y piedad: el espíritu de Dios en acción, 28 de mayo
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en
manos de ladrones? El dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces
Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
Lucas 10:36, 37
.
Es imposible que el corazón en el cual Cristo mora esté desprovisto de amor.
Si amamos a Dios, porque él nos amó primero, amaremos a todos aquellos por
quienes Cristo murió. No podemos llegar a estar en contacto con la divinidad
sin estar en contacto con la humanidad; porque en Aquel que está sentado sobre
el trono del universo, se combinan la divinidad y la humanidad. Vinculados con
Cristo estamos relacionados con nuestros semejantes por los áureos eslabones de
la cadena del amor. Entonces la piedad y la compasión de Cristo se manifestarán en
nuestra vida. No esperemos que se nos traigan a los menesterosos e infortunados.
No necesitaremos que se nos suplique para sentir las desgracias ajenas. Será para
nosotros tan natural ministrar a los menesterosos y doliente como lo fue para
Cristo andar haciendo bienes.
Siempre que haya un impulso de amor y simpatía, siempre que el corazón
anhele beneficiar y elevar a otros, se revela la obra del Espíritu Santo de Dios.
En las profundidades del paganismo, hombres que no tenían conocimiento de la
ley escrita de Dios, que nunca oyeron el nombre de Cristo, han sido bondadosos
para con sus siervos, protegiéndolos con peligro de sus propias vidas. Sus actos
demuestran la obra de un poder divino. El Espíritu Santo ha implantado la gracia
de Cristo en el corazón del salvaje, despertando sus simpatías que son contrarias a
su naturaleza y a su educación. La luz “que alumbra a todo hombre que viene a
este mundo” (
Juan 1:9
), está resplandeciendo en su alma; si presta atención a esta
luz, ella guiará sus pies al reino de Dios.
La gloria del cielo consiste en elevar a los caídos, consolar a los angustiados.
Siempre que Cristo more en el corazón humano, se revelará de la misma manera.
Siempre que actúe, la religión de Cristo beneficiará. Donde quiera que obre, habrá
alegría.
Dios no reconoce ninguna distinción por causa de la nacionalidad, la raza o
la casta. Es el Hacedor de toda la humanidad. Todos los hombre son una familia
por la creación, y todos son uno por la redención.—
Palabras de Vida del Gran
Maestro, 366, 367
.
[160]
159