Tocados por el fuego sacro, 18 de junio
Respondió Juan, diciendo a todos: Yo a la verdad os bautizo en agua; pero
viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa
de su calzado; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Lucas 3:16
.
En la dispensación antigua se consideraba pecado ofrecer un sacrifico sobre
un altar que no correspondiera, o que se admitiera incienso que hubiese sido
encendido con fuego extraño. Corremos el peligro de confundir lo sagrado con lo
común. El fuego sacro procedente de Dios debe ser utilizado en la presentación de
nuestras ofrendas. El verdadero altar es Cristo, y el fuego auténtico es el Espíritu
Santo. Este tiene la misión de inspirar, enseñar, conducir y orientar al creyente
a fin de convertirlo en un consejero que sea seguro. Si ponemos a un lado a los
escogidos de Dios, estamos en peligro de consultar a dioses ajenos y de ofrendar
sobre un altar extraño...
Por poderosa que sea la predicación de la Palabra, resultará en vano a menos
que el Espíritu sea el que enseñe e ilumine a los que la escuchan. Si el Espíritu no
obra con y por intermedio de los agentes humanos, las personas no recibirán la
salvación ni sus caracteres serán transformados por la lectura de las Escrituras. La
planificación que se realiza con relación a la obra no debe atraer la atención hacia
el yo. La Palabra tiene poder. Es una espada en manos de los agentes humanos.
En el Espíritu Santo está su eficiencia y su poder vital para impresionar la mente.
“Serán todos enseñados por Dios”.
Juan 6:45
. Es Dios quien hace brillar la luz
en el corazón del hombre. Mis hermanos que ministran la Palabra, ¿recordarán
que es fundamental reconocer a Dios como la fuente de nuestra fortaleza, y que
el Espíritu es el Consolador? La causa por la cual Dios puede hacer tan poco por
nosotros es porque olvidamos que toda virtud proviene de nuestra disposición a
cooperar con el Espíritu.
El Espíritu constantemente nos muestra destellos de las cosas de Dios. Una
presencia divina parece cernirse cerca; y entonces, si la mente responde, y la puerta
del corazón se abre, el Señor habitará en el agente humano. Por medio de la fe, la
energía del Espíritu actúa en el corazón y conduce las tendencias de la voluntad
para que se inclinen hacia Cristo. Al vivir por la fe, en completa dependencia del
poder divino, podemos realizar el querer como el hacer por su buena voluntad.
Cuando el Espíritu toma las cosas de Dios, lo hace con la misma presteza con que
el creyente decide proceder en armonía con la luz revelada.—
Manuscript Releases
2:45, 46
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