Seguir las órdenes del capitán, 25 de junio
Tú, pues, sufre penalidades como buen solado de Jesucristo. Ninguno que
milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo
tomó por soldado.
2 Timoteo 2:3, 4
.
Nos resta poco tiempo para impulsar la guerra; pronto vendrá Cristo y con
ello concluirá la rebelión. En ese contexto, nuestros últimos esfuerzos deben
desplegarse para obrar con Jesús a fin de hacer avanzar la obra de su reino. Algunos
que estuvieron en el frente de batalla, resistiendo celosamente a la penetración de
las fuerzas del mal, cayeron en sus puestos del deber; los otros miraron llenos de
tristeza a los héroes caídos, pero no perdieron tiempo deteniendo la obra. Debieron
cerrar las filas, levantar la bandera que estuvo en las manos de los que ahora están
paralizados por la muerte, y con renovadas energías continuar vindicando la verdad
y el honor de Cristo. Como nunca antes, debemos ejercer una fuerte resistencia
contra el pecado y los poderes de las tinieblas. El tiempo requiere energía y una
acción resuelta por parte de los que creen en la verdad presente. Debemos enseñar
la verdad por precepto y por ejemplo.
Si nos parece larga la demora del regreso del Redentor, si estamos doblegados
y desgastados por las aflicciones e impacientes por terminar la comisión asignada,
y en medio de la lucha suspiremos por un honorable descanso, recordemos—y que
el recuerdo modere cada queja—que Dios permite las tormentas y los conflictos
para perfeccionar nuestros caracteres. También tienen el propósito de ayudarnos
a conocer mejor a Dios como nuestro Padre, y a Cristo como nuestro hermano
mayor. Además, ayudan a servir al Maestro en el plan de ganar a muchos conversos
para su reino. Al final, con alegría podremos oír la aprobación: “Bien, buen siervo
y fiel... entra en el gozo de tu Señor”.
Mateo 25:21
.
Soldado cristiano, sé paciente. Un poquito más, y el que ha de venir, vendrá.
La noche de fatigosa espera, de estar en guardia y en aflicción, está por terminar.
Pronto recibiremos la recompensa y, entonces, el día eterno habrá comenzado.
Ahora no es tiempo de dormir, ni para ser complacientes con las lamentaciones
sin sentido. El que se aventura en el descuido perderá preciosas oportunidades
de hacer el bien. Se nos ha concedido el bendecido privilegio de juntar gavillas
para la gran cosecha; cada pecador que sea salvo será una estrella adicional en la
corona de Jesús, nuestro adorable Redentor. Considerando que al participar por un
poco más de tiempo en la batalla obtendremos más victorias, y ganaremos nuevos
trofeos para la eternidad, ¿quién desea despojarse de la armadura?—
The Review
and Herald, 25 de octubre de 1881
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