Los agentes celestiales nos esperan, 28 de junio
Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu
corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el
corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
Romanos 10:9, 10
.
El Señor nos insta a que consagremos cada talento y habilidad al servicio.
Cuando el reprochable espíritu de pereza e indolencia haya sido barrido de la
iglesia, el Espíritu del Señor se manifieste y el poder divino se combine con el
esfuerzo humano, entonces la feligresía verá intervenciones providenciales del
Señor. La luz de la verdad será difundida, y también el conocimiento de Dios y
de Jesucristo que fue enviado. Semejante a los días de los apóstoles, muchos se
convertirán al Señor y la tierra será iluminada con la gloria celestial.
Para que el mundo pueda convencerse de las transgresiones de la ley de Dios,
el Espíritu Santo deberá actuar por intermedio de los instrumentos humanos.
La iglesia necesita despojarse ahora de su letargo mortal, porque el Señor está
esperando bendecir a su pueblo, quien reconocerá la bendición cuando la reciba.
Entonces, la difundirá con toda la potencia que tiene el resplandor de la luz.
“Esparciré sobre vosotros agua limpia... y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros... y haré que andéis en mis estatutos”.
Ezequiel 36:25-27
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Si esperamos que el desierto de la iglesia se transforme en un campo fructífero,
y luego llegue a ser un bosque, debemos comprender que esto únicamente será
posible gracias al Espíritu Santo derramado sobre su pueblo. Por mucho tiempo
los agentes celestiales han estado esperando a la feligresía, que los representan,
para colaborar con ellos en la gran obra que debe hacerse. Lo están aguardando a
usted. Tan vasto es el campo, tan inteligente la idea, que cada corazón santificado
será instado a entrar al servicio como agente del poder divino...
Todos los que creen en la verdad para este tiempo deben deponer sus diferen-
cias, despojarse de toda envidia, y cerrar la mente y los labios a todo pensamiento
y expresión pecaminosa.
Juntémonos, unámonos. “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia
a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a
otros entrañablemente, de corazón puro”.
1 Pedro 2:22
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The General Conference
Bulletin, 28 de febrero de 1893
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