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Mensaje divino en lenguaje humano, 4 de agosto
Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo
a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el
universo.
Hebreos 1:1, 2
.
La Biblia no nos es dada en un grandioso lenguaje sobrehumano. Jesús tomó
la humanidad a fin de llegar hasta el hombre donde éste está. La Biblia debió
ser dada en el lenguaje de los hombres. Todo lo que es humano es imperfecto.
Diferentes significados se expresan con la misma palabra: no hay una palabra para
cada idea distinta. La Biblia fue dada con propósitos prácticos.
Las impresiones de las mentes son diferentes. No todos captan de la misma
manera las expresiones y asertos. Algunos entienden las declaraciones de las
Escrituras para que se ajusten a su mente particular y a su propio caso. Las
predisposiciones, los prejuicios y las pasiones ejercen una poderosa influencia
para oscurecer el entendimiento y confundir la mente, aun al leer las palabras de
las Sagradas Escrituras...
La Biblia está escrita por hombres inspirados, pero no es la forma del pen-
samiento y de la expresión de Dios. Es la forma de la humanidad. Dios no está
representado como escritor. Con frecuencia los hombres dicen que cierta expresión
no parece de Dios. Pero Dios no se ha puesto a sí mismo a prueba en la Biblia
por medio de palabras, de lógica, de retórica. Los escritores de la Biblia eran los
escribientes de Dios, no su pluma. Considerad a los diferentes escritores.
No son las palabras de la Biblia las inspiradas, sino los hombres son los que
fueron inspirados. La inspiración no obra en las palabras del hombre ni en sus
expresiones, sino en el hombre mismo, que está imbuido con pensamientos bajo
la influencia del Espíritu Santo. Pero las palabras reciben la impresión de la
mente individual. La mente divina es difundida. La mente y la voluntad divinas se
combinan con la mente y voluntad humanas. De ese modo, las declaraciones del
hombre son la palabra de Dios.—
Mensajes Selectos 1:23, 24
.
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