Ventanas bien abiertas, 11 de octubre
Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando
fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.
Colosenses 1:10
.
Hay quienes se lamentan de las restricciones que la religión de la Biblia impone
a quienes siguen sus enseñanzas. Parecen pensar que son una gran desventaja.
Pero tenemos razones para agradecer a Dios con todo nuestro corazón porque ha
levantado una barrera celestial entre nosotros y el terreno del enemigo. Hay ciertas
tendencias del corazón natural que muchos piensan que deben seguirse para el
mejor desarrollo del individuo. Pero Dios ve que lo que los hombres consideran
que es esencial, no sería la bendición que imaginan, pues el desarrollo de esos
rasgos los haría ineptos para las mansiones celestiales.
El Señor pone a los individuos bajo pruebas y aflicciones para separar la
escoria del oro, pero no fuerza a ninguno. No los sujeta con cadenas, cuerdas o
vallas, pues ellas aumentan el descontento en vez de disminuirlo. El remedio para
el mal se encuentra en Cristo como el Salvador que habita en nosotros. Pero para
que él more en el creyente, primero debe ser expulsado el yo. Entonces habrá un
lugar completamente limpio que el Espíritu Santo llenará totalmente.
El Señor purifica el corazón del mismo modo como aireamos una habitación.
No cerramos las puertas y las ventanas, y arrojamos en ella una sustancia purifi-
cadora; sino que las abrimos y permitimos que el aire puro del cielo penetre. El
Señor dice: “Mas el que práctica la verdad viene a la luz”.
Juan 3:21
. Las ventanas
del impulso y los sentimientos tienen que abrirse hacia el cielo, y el polvo del
egoísmo y la mundanalidad necesita ser expulsado. La gracia de Dios debe barrer
las cámaras de la mente; la imaginación tiene que contemplar temas celestiales, y
cada elemento de la naturaleza debe ser purificado y vitalizado por el Espíritu de
Dios.—
Manuscript Releases 2:338
.
[296]
302