Página 313 - Recibir

Basic HTML Version

Una mente sumisa, 18 de octubre
Para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con
poder en el hombre interior por su Espíritu.
Efesios 3:16
.
El evangelio de Cristo hace progresos en cada instrumento que se consagra
al servicio del Señor. El Espíritu Santo se posesiona de todo aquel que tiene una
mente dispuesta. No porque esa persona pueda obrar sobre el Espíritu, sino porque
el Espíritu Santo puede realizar su milagro por medio de la gracia que se derrama
sobre el agente humano. La bondad de Dios se convierte en el poder que obra a
través de una vida consecuente, mediante el amor ferviente por Jesús, y por un
celo inspirado por el cielo. Los que están relacionados con Jesús participarán de
su amor que enternece, y manifestarán rebosante simpatía hacia las personas que
están cediendo a las tentaciones halagadoras de Satanás. Planificarán, estudiarán y
ejercitarán tacto, para tener éxito al presentar el generoso amor de Cristo para que
los corazones pecaminosos e impenitentes puedan ser atraídos a Jesús, quien dio
su vida por ellos...
No pierdan tiempo; confiesen a Cristo sin demora. Es el Espíritu Santo, el
Consolador, el Espíritu de verdad el que testifica de Cristo. Jesús dijo: “Recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
Hechos
1:8
.
Contristar al Espíritu Santo que lo convertiría a usted en testigo de Cristo es
un asunto terrible. Uno no sabe cuándo puede apesadumbrarlo por última vez.
El Espíritu Santo no obra sobre el corazón humano para forzarlo a entregarse a
Cristo, para obligarlo a rendir su conciencia; por el contrario, brilla en las cámaras
de la mente de una manera tal que convence de pecado y lo atrae a la justicia.
Si no confiesa a Cristo ahora, llegará el momento en el cual, abrumado por el
sentimiento de lo que ha perdido, sí lo hará. Pero, ¿por qué no hacerlo mientras
la voz de la misericordia lo invita a dar ese paso?—
The Youth’s Instructor, 1 de
agosto de 1895
.
[303]
309