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El espíritu nos ilumina, 24 de enero
Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad
entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque
el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va.
Juan 12:35
.
Jesús dijo: “Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las
tinieblas”. Junta cada rayo; no dejes pasar uno. Anda en la luz. Practica cada
precepto de la verdad que te fue presentada. Vive cada palabra que sale de la boca
de Dios y, como resultado, seguirás a Cristo en todos sus caminos. Cuando el
Señor presenta una evidencia tras otra, y agrega más luz a la ya concedida, ¿por
qué el creyente necesita vacilar? ¿Por qué es tan negligente para avanzar guiado
por la luz hacia una luminosidad mayor?
El Señor no rehusa dar el Espíritu a quien se lo pide. Cuando la convicción toca
las cuerdas sensibles de la conciencia, ¿por qué no prestarle oídos para escuchar
la voz del Espíritu de Dios? Cada vacilación y postergación nos sitúa en una
posición en la que nos resulta cada vez más difícil aceptar la luz celestial y, por
último, parece imposible que las admoniciones y advertencias nos impresionen.
Los pecadores expresan cada vez con mayor facilidad: “Ahora vete; pero cuando
tenga oportunidad te llamaré”.
Hechos 24:25
.
Conozco los peligros en que se encuentran los que rehúsan andar en la luz que
Dios les ha dado. Ellos mismos provocan la terrible crisis por seguir sus propios
caminos y proceder según su criterio personal. La conciencia resulta cada vez
menos sensible y la voz de Dios parece cada vez más lejana; así es como el obrador
de maldad queda liberado a su propia infatuación. Con obstinación resiste cada
llamado, desprecia cada consejo y advertencia. Como el mensajero de Dios ya no
impresiona su mente, rechaza cada provisión que garantiza su propia salvación.
El Espíritu de Dios deja de ejercer su poder para refrenar. Como consecuencia,
se escucha la sentencia: “Efraín es dado a ídolos; déjalo”.
Oseas 4:17
. ¡Oh, cuán
obscura, sombría y obstinada es la independencia! Parece que la insensibilidad de
la muerte se apoderara del corazón. Este es el proceso que sigue el que rechaza la
obra del Espíritu Santo.—
The Review and Herald, 29 de junio de 1897
.
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